Hasta fines de los ‘60, nuestros torneos lucen cierto orden. Para ser campeón, debes terminar primero al cabo de 1, 2 o 3 ruedas; si al final hay empate en la punta, juegas un partido de definición. Y punto.
En 1968, sin embargo, la dirigencia central se pone creativa. Cediendo a presiones de clubes capitalinos -aburridos de gastar plata en viajes por medio Chile- instaura un esquema metropolitano/provincial, que les da a los equipos de Santiago la tremenda ventaja de jugar buena parte del año en casita.
A lo largo de 3 años, el experimento es un rotundo fracaso de público. El calendario se estira como chicle, nadie entiende el enredo de las tablas de posiciones y muchos equipos juegan entre sí una y otra vez.
Avancemos hasta 1969. Para levantar la copa, en estricto rigor hay que disputar 3 campeonatos que en total suman 38 partidos: 1) una 1ª fase dividida en las zonas metropolitana y provincial (que da puntos de bonificación); 2) una 2ª etapa con dos “sectores” de 9 equipos cada uno (“A” y “B”), que incluye arbitrarios partidos interseries, 3) un hexagonal final con partidos únicos entre los 3 primeros de cada sector, donde se parte de cero.
Es un enredo mundial. Así opina el arquero argentino Luis Carrizo, gran figura de Rangers de Talca durante las primeras fases: “Mira, para la gente esto es chino. Que la A, la B, la liguilla y lo de más allá. De repente le preguntan a uno cuántos puntos llevamos o con quién jugamos. Es mejor todos contra todos”. El portero define a Rangers como “un equipo sin grandes pretensiones, pero que juega un fútbol alegre”. Aplicaditos, los talquinos han brillado todo el año; la prensa alaba su disciplina táctica y solidez defensiva, pero como juegan poco y nada en Santiago nadie les da mucha bola. Y aunque clasifican cómodamente a la liguilla, la prensa nunca los juzga como serios candidatos al título.
Ni siquiera en Talca el campañón rangerino despierta demasiado interés. El DT Óscar Andrade achaca las bajas asistencias al Estadio Fiscal al valor de las entradas, que se año han subido un escudo debido a la campaña estatal “Canchas para Chile”, destinada a financiar la construcción de recintos deportivos. “Si ese plan diera resultados, nos debieran haber construido o arreglado ya nuestro campo deportivo en vez de invertir la plata en otras cosas”, protestaba el veterano técnico.
Así llegamos al hexagonal, que se disputa íntegramente a lo largo de dos semanas en el Estadio Nacional, cosa de seguir dándoles ventajas a los clubes capitalinos. Los clasificados son la U. de Chile, Colo Colo, Unión Española, Santiago Wanderers, Green Cross-Temuco y Rangers. Al hándicap deportivo, los talquinos suman otra enorme contrariedad: el portero Carrizo, cuyo contrato vence el 31 de diciembre, intenta negociar su renovación; le piden que se espere, él manda al infierno a los dirigentes y es echado. Luego regresa, pero no juega los pleitos decisivos. Su puesto lo ocupa el suplente Ildefonso Rubio (papá de Hugo Eduardo Rubio). “Cualquier lugar será bueno, menos el sexto”, asume Andrade antes de que parta el minitorneo.
Rangers comienza bien: le gana al Green y a Colo Colo, al que saca de la lucha por el título. En la 3ª fecha, jugada el martes 30 de diciembre, enfrenta a la U. de Chile, que viene embalada: ante 30 mil personas, los azules ganan por un categórico 3 a 1 con dos goles de Rubén Marcos (abajo lo vemos celebrando el 2 a 1). Ahí se acaba el sueño rangerino. Días después los rojinegros vencen a Wanderers y aseguran el subcampeonato, que los clasifica para la Copa Libertadores (arriba, el plantel celebrando junto a su técnico).
“Es el premio a un equipo tremendamente honesto, aplicado, humilde, imbuido de enorme mística y que sabe jugar defensivamente, buscando el contragolpe”, resume Antonino Vera. A decir verdad, nunca en el medio -ni en Talca- hubo la sensación de que ese cuadro pudo en 1969 haber alzado su primera copa.
Fotos: revista Estadio.