PUNTERO FANTASMA

55 años, el mismo problema: demasiados equipos en Santiago

Felipe Pumarino |

Cuando la FIFA le otorgó a Chile la sede del Mundial de 1962, la dirigencia nacional creyó que nuestro fútbol debía dejar de lado su tradicional modestia. Era necesario, se decía, dar un salto de calidad para demostrarle al planeta que su elección había sido la correcta.

Así, a fines de 1960, la Asociación Central de Fútbol (ACF) decidió que el problema de la Primera División chilena radicaba en que había muy pocos clubes. Afianzado el sistema de ascensos y descensos, era hora de ponerse a la par de las ligas mayores -España, Italia, Inglaterra, Argentina- aumentando el número de participantes, que llevaba casi una década fijo en 14 equipos.

Hoy parece obvio, pero entonces la ACF no quiso darse cuenta de que el problema era otro: a casi 30 años de la instauración del fútbol rentado, de los 14 clubes de Primera 9 eran de Santiago (Colo Colo, la U, la UC, los tres equipos de colonia, Magallanes, Santiago Morning y Ferrobádminton).

Semanas después, perjudicado por un intrincadísimo sistema de promedios, bajó Magallanes (abajo, el desconsolado llanto de un jugador carabelero al consumarse el descenso). Sin embargo, desde Segunda subió Green Cross y la cosa siguió tal cual: prácticamente todo el campeonato se disputaba en la capital, donde una tracalada de clubes se peleaba las pocas canchas disponibles, las localías se diluían y muchos se conformaban sólo con ser comparsas.

Antonino Vera, editorialista de la revista Estadio, mostró su estupor ante la irreflexiva expansión: “Durante años, con argumentos muy sólidos, se ha dicho que una de las razones del escaso rendimiento del fútbol profesional chileno está en el exceso de clubes. Santiago, con menos de dos millones de habitantes, tiene en la actualidad NUEVE equipos, que no cuesta mucho imaginar serán diez u once en la nueva organización. Madrid y Barcelona, con similar población, tienen dos. París y Roma, dos cuadros también. Grandes ciudades como Milán, Turín, Nápoles y Génova en Italia; Valencia, Sevilla, Bilbao, Málaga y Zaragoza, en España; Marsella, Lyon, Reims, Tolouse y Burdeos, en Francia no exceden tampoco de esa cantidad de clubes”.

El cálculo se le complicaba en Inglaterra o Argentina, donde las capitales concentraban montones de clubes; el periodista apuntaba que en ambas ligas se estudiaba su reducción para solucionar “problemas futbolístico-financieros”.

Al cabo, la ACF desoyó estas protestas. En diciembre, mediante una reforma reglamentaria, estableció que en 1961 no habría descensos; desde Segunda subirían cuatro equipos para que en el año mundialero el campeonato de Primera lo disputaran 18 clubes. De esos cupos en disputa para el Ascenso, dos se decidirían en cancha; los otros dos, de acuerdo a consideraciones que nadie se molestó en precisar (¿sería por convocatoria, número de socios al día, antecedentes históricos?).

Entonces pasó lo obvio. Por un lado, sin la amenaza del descenso, la mayoría de los cuadros de la elite optó por no invertir un peso en reforzar sus planteles. Por otro, los doce equipos de Segunda División comenzaron a reforzarse con todo y a reclutar socios frenéticamente, considerando que un tercio de ellos subiría en diciembre (y dos de ellos, a dedo). Ese campeonato del Ascenso, como era de esperar, fue un espectáculo fascinante y caótico de principio a fin. Eso ya lo veremos.

Fotos: revista Estadio.

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