Un puñado de gatos… en buena esa expresión del hablar popular chileno… un puñado de gatos. Significa esa convocatoria exigua que motiva un evento, la llegada de apenas un grupo escuálido de personajes a una cita que no tiene el brillo ni la altura para arrastrar mayor número de aforo ni el fulgor para sembrar cierto grado de expectativas. Eventos que son, dice el pueblo, para que asista un puñado de gatos.
Como el que se vivió esta mañana en una parcela de la localidad de Los Boldos. En ella, familiares, amigos de esos familiares, ex militares que mastican sus inviernos, otros que coquetean con la cárcel por ser parte de organismos represores y otras señoras acarreadas y sin tener muy claro el motivo real de la fecha, conmemoraron los 100 años del natalicio de Augusto Pinochet. Discursos trasnochados también de otro historiador de doctrina afiebrada, trataron de justificar lo que siempre justifica el crimen, que la necesidad tiene cara de hereje, que el miedo es capaz de alimentar atrocidades, que la libertad se engalana con bombardeos, torturas, muerte o exilio.
Un puñado de gatos. Porque los que defendieron la dictadura, aún presentes en el Congreso, hoy prefieren esconder su historia inmediata bajo la alfombra y eso es un buen signo de los tiempos. Así, lo que antes se enarbolaba como bandera de lucha hoy provoca vergüenza, lo que antes significó orgullo hoy es una mancha que molesta. Salvo para unos pocos. Salvo, para un puñado de gatos…