¿Será este un saco roto?… Nos referimos a los recursos que destinaremos a mejorar la educación pública teniendo en cuenta la calidad profesional de los profesores que están egresando. Según la última prueba Inicia, que evalúa las aptitudes académicas de los recién egresados de pedagogía, menos de un tercio de los que rindieron el examen obtiene un 75% de respuestas correctas. Sí, sólo un tercio. Y el hecho es aún más grave si se considera que esta prueba de diagnóstico es voluntaria y que sólo fue rendida por el 13% de los egresados. O sea, de los pocos que se atrevieron sólo un tercio tuvo un resultado aceptable. ¿Qué pasará, entonces, con el otro 87% que ni siquiera se atrevió a dar el examen Inicia?
Y si una prueba estandarizada como está es tan clarificatoria sobre la calidad de nuestros nuevos docentes, ¿por qué no se hace obligatoria?
Bien sabemos que la piedra angular de la igualdad de oportunidades, de la conformación de ciudadanos, de la movilidad social es la educación pública. Pero, lamentablemente, estamos ante una realidad que nos impide exigir más, evaluar de manera más eficiente y estandarizada a quienes, sin duda, debieran ser los profesionales mejor pagados de nuestro sistema público: los profesores…