Esta partida sí que nos dolió… Víctima de un cáncer que dicen fue repentino, murió Ian “Lemmy” Kilmister.
El querido Lemmy, de Motörhead. Repentino porque los cercanos aseguran que días antes lo habían diagnosticado pero, nunca sabremos si –en verdad- era una noticia ya sabida que Lemmy prefirió echarse al bolsillo.
Se la fumó en un pitillo o se la tragó al seco con dos hielos revueltos al fondo del jarro. Porque Lemmy nos enseñó eso, a vivir siempre con la cabeza puesta en el destino más que en las preocupaciones, tenía ganas de tocar hasta siempre, de morir sobre los escenarios, de irse al infierno con las botas puestas.
Editorial de Freddy Stock, martes 29 de diciembre 2015
La historia dirá que Lemmy Kilmister fue inspiración musical de muchos. De los que se asomaron al punk o al heavy metal, también al rock profundo de notas más bien espesas. Dirán que fue de los mejores bajistas y dueño de un estilo inigualable al pararse frente a una banda. También que tocó con Hendrix y otras figuras que, junto a él, ya son parte del olimpo del rock´n roll.
Pero Lemmy se fue dejando más que notas musicales. Dejó sus bigotes apuntando al suelo. Su sombrero eterno, sus botas de pisada firme. Sus declaraciones sonrientes de actitud, palabras afiladas, palabras cortantes. Porque, en el fondo, Lemmy sabía que siempre tuvo en la mano–vaya bendición oculta- un buen puñado de ases…