PUNTERO FANTASMA

Una chacota: Antofagasta entra a 2ª, pero no puede jugar

Felipe Pumarino |

En 1964, la palabra de moda en el fútbol chileno era “reestructuración”. Tras los dulces años post mundialeros, muchos clubes hacían agua. “Reestructurar” era sinónimo de aumentar la recaudación extirpando a esos cuadros microscópicos y abriendo nuestros torneos a grandes ciudades del norte y el sur. Eso sucedió, pero a tropezones y con varios damnificados de por medio.

Con miras a la expansión, Antofagasta era una de las “niñas bonitas” (la otra era Concepción). Ya vimos cómo sin mayor esfuerzo un burócrata frustró en febrero del ‘65 la postulación del Unión Bellavista, el club más grande de Antofagasta. La Asociación Central de Fútbol (ACF) igual dejó una puerta abierta: la candidatura rojinegra quedaría “pendiente” a la espera de que los dirigentes antofagastinos aseguraran cupos aéreos a los planteles que los visitarían.

La gente del Bellavista se movió rápido y consiguió que Lan Chile les diera esa garantía. Y así, en marzo, la ACF sumó “presuntivamente” a esa nueva plaza, a la espera que la Federación de Fútbol de Chile -que reunía a profesionales y amateurs- aprobara una reforma reglamentaria que permitiera subir de 32 a 33 el número de clubes rentados. En el Norte Grande hubo carnaval. “Gracias a la aviación, con la incorporación de Antofagasta al fútbol profesional nuestra loca geografía ha quedado corregida para lograr una competencia de carácter nacional, como las que se desarrollan en Europa”, escribió entusiasmado Alejandro Jaramillo, director de Estadio.

Pero en paralelo, muchos clubes chicos de la zona central se dieron cuenta de que esta expansión dejaría en evidencia la precariedad de sus propias instituciones. Comenzaron entonces una activa campaña -hoy le diríamos “lobby”- para exigir que las nuevas plazas respondieran a la política de “un club por ciudad”; en otras palabras, que las instituciones más grandes y arraigadas de provincia sólo pudieran postular fusionándose con sus rivales locales “para representar a la comunidad entera”.

Eso no le gustó nadita al Unión Bellavista, pero igual aceptó el desafío de armar a la carrera un club desde cero. El proyecto no era sencillo; una semana antes del inicio del torneo, no se sabía cuáles serían los participantes. El certamen comenzó con 13 cuadros, lo que obligaba a dejar uno libre cada fecha. Y aún así, todavía se pensaba que Antofagasta podría sumarse. «¿No podría reemplazarse el equipo que queda bye por Antofagasta? Parece sencillo”, se preguntaba Julio Martínez. Al cabo, aduciendo el despelote reinante, la Federación rechazó la ampliación de los cupos y la ACF volvió sobre sus propios pasos, anulando la aceptación del Bellavista.

Carlos Guerrero (“Don Pampa”) fue testigo de la indignación que produjo en el norte esta descomunal chacota: “Estuve en los días en que todo Antofagasta parecía estar pendiente de un hilo: de un telegrama, de una información, de una palabra. Si los dirigentes del fútbol en la capital hubieran podido apreciar la ansiedad de este puerto, no habrían titubeado en dar un SÍ grande. De estas pequeñas concesiones depende que el chileno del norte se sienta infundido de mayor chilenidad. En este caso: que se le admitiera a su equipo rojinegro en el Ascenso. Nada más. Pero le dieron un bofetón en el rostro. Una burla para el norte, porque primeramente se le aceptó y luego se le rechazó una vez que había echado al vuelo su alegría. ¿Para qué, entonces ese estadio que no desmerece ante los mejores de América y Europa? ¿Se olvidaron de que el 62 se le estimó, de preferencia, subsede del Mundial?”.

Así fue cómo el torneo de Ascenso de 1965 quedó estructurado con un número impar de equipos, lo que desordenaba las tablas de posiciones. “Esto mismo lleva a la mente lo que pudo ser con la presencia de Bellavista y Antofagasta, su clima, su entusiasmo y su estadio monumental”, lamentó Estadio.

En septiembre, Colo Colo fue al norte para jugar un amistoso a mitad de semana ante San Lorenzo: llegaron 25 mil espectadores para ver una fome igualdad en blanco. “La plaza nortina es muy apetecida por todos los clubes profesionales -los mismos que nada hicieron para que un equipo antofagastino jugara en la Segunda División- y todos penan y mueren por ir a jugar al moderno estadio regional. El público nortino está ávido de buenos espectáculos y responde generosamente cuando se les brinda”, rubricó Estadio.

Por mientras, el popular Unión Bellavista seguía porfiadamente armando su proyecto para entrar de una buena vez al Ascenso. Entonces apareció un enemigo donde menos se lo esperaba. Eso ya lo veremos.

Fotos: revista Estadio

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