Corren mediados de los años 60. Para las autoridades políticas y deportivas, llevar el fútbol profesional lo más lejos posible no sólo representa un acto de justicia con la provincia: también es un signo de desarrollo. ¿Por qué no emular a Europa, donde los equipos vuelan de Lisboa a Moscú para jugar copas a mitad de semana? Con algo de ingenuidad, se llega a pensar que la expansión de nuestros torneos forjará la integración territorial de un país desconectado de sus extremos.
A fines de 1965, Alejandro Jaramillo, director de Estadio, promueve así la enésima postulación de Antofagasta al Ascenso: “Nos falta ese lazo afectivo con el norte verdadero, que tantas lágrimas y sangre le costó a nuestra historia: por su estadio de 30 mil asientos, por su fervor deportivo, por las seguridades que ofrece a tantos que no ofrecen nada, porque es un grupo importante de chilenos que quiere incorporarse al centro y vivir peligrosamente las competencias de verdad. No serán las distancias las que agraven nuestro fútbol; permitirán torneos más ricos en todo sentido, más regionales, más racionales”.
Sus ruegos son escuchados. En mayo de 1966, tras la tragicomedia que durante años ha sufrido el pobre Unión Bellavista, las maquinaciones obradas en Santiago acaban fusionándolo con sus archirrivales de Portuario Atacama. Así, con fórceps, nace el Antofagasta Portuario: del Bellavista -el club más popular de la ciudad, con 2 mil socios al día, sede institucional y divisiones inferiores- hoy apenas sobreviven sus colores rojinegros en la camiseta suplente del actual Deportes Antofagasta.
En Concepción el enredo es aún peor. La llegada al Ascenso de Huachipato -en 1965 promedia asistencias de 5 mil espectadores en Las Higueras- ha golpeado duro al fútbol penquista. Por un lado, el medio juzga al cuadro acerero como legítimo representante de Conce. Habla Julio Martínez: “Un hincha sureño nos escribe para aclarar una situación. Todo el mundo relaciona a Huachipato con la ciudad de Concepción. Está bien que se hable de una zona o una provincia, ¿pero cuándo recordarán en Santiago que Huachipato es de Talcahuano?”. Por otro lado, el torneo regional del sur rápidamente se va a las pailas. “Durante 16 años cumplió su objetivo, pero como todas las etapas cumplidas, dejó de satisfacer la inquietud de la masa. El Regional murió solo, de muerte lenta y natural”, sentencia Jumar.
El proyecto de fusión entre Lord Cochrane y el Fernández Vial -enemigos acérrimos- demuestra ser una quimera. Pero la dirigencia central no dará su brazo a torcer: azuzados desde Santiago, representantes del municipio penquista, la prensa local, políticos, comerciantes e industriales crean en febrero del 66 el Deportes Concepción Unido. Nacido de la unión de los pequeños clubes Liverpool, San Ignacio, Galvarino, Santa Fe y Juventud Unido, al proyecto no se suman las dos escuadras más populares de la ciudad. “Concepción, el corazón industrial de Chile, es una potencia y porvenir para la economía del país. 300 mil hombres laboran en las fábricas sureñas. ¡300 mil familias que significan un millón quinientas mil personas!”, se entusiasma Estadio cuando se concreta la incorporación del cuadro lila a Segunda.
Finalmente, casi de yapa se suma otra “plaza generosa” para garantizar un número par de competidores en el torneo de Ascenso: el campeón regional del sur, Federico Schwager de Coronel, que se fusiona en la llamada “confederación minera” con el Minas Lota para dar origen al Lota Schwager.
A los manotazos, patadas y empujones, así se factura la mayor expansión geográfica de la historia de nuestro fútbol rentado. En su primer partido en Santiago, jugado ante la UTE en el estadio universitario de General Velásquez, el flamante Antofagasta Portuario convoca a 2 mil hinchas visitantes (!). Y entonces, en la capital, todos se dan palmotazos en la espalda.
Fotos: revistas Lord y Estadio.