MALDITO ROCK AND ROLL

RESEÑA // The Rolling Stones en Chile: el rock and roll al frente

Recuerdos de la (probable) última vez de Jagger, Richards, Watts y Wood en el Estadio Nacional.

Equipo Futuro |

Recuerdos de la (probable) última vez de Jagger, Richards, Watts y Wood en el Estadio Nacional.

Por Héctor Muñoz Tapia
Fotos: Roberto Vergara

Tuvo que pasar un buen rato antes de que los Rolling Stones volvieran a Chile. 21 años desde esa ocasión en la que tocaron en un Estadio Nacional a media capacidad, lo que nos costó dejarnos al margen de giras posteriores. Pero la historia hizo justicia y nos hizo reencontrarnos la noche del miércoles 03 de febrero en la misma cancha, ahora colmada de gente.

Fueron 55 mil personas las que llegaron al recinto para volver a ver a los Stones. No hay disco nuevo que sirva como excusa para girar y el festejo de sus 50 años ya pasó hace unas temporadas. Simplemente, es una celebración de rock and roll a la que se nos invita. Una que comienza cuando el sol se esconde y el inconfundible riff de guitarra de Keith Richards en “Start Me Up” es lo primero que presenciamos, junto a una pirotecnia que te da la bienvenida definitiva. Los Rolling Stones están frente a nosotros, son de carne y hueso, irradian energía y desparpajo como casi nadie más en el mundo.

Con un set cargado a su repertorio de fines de los 60 y comienzos de los 70, los Stones dan una muestra de lo mejor de su repertorio desde los primeros instantes. “It’s Only Rock ‘n’ Roll (But I Like It)” extendió la bienvenida con imágenes de archivo en la pantalla central y “Let’s Spend The Night Together” nos recordó a esa banda que en 1967 ya se despachaba declaraciones de principios de la mano de ganchos irresistibles, tal como el riff en clave de Si de “Tumbling Dice”, tirando los dados de la actitud. Solo “Out Of Control” es la más reciente del set de 19 canciones que tienen preparado, uno que dejó a “She’s A Rainbow” adentro como ganadora de una encuesta para el show en Chile, con una gran labor al teclado del Chuck Leavell, el que lleva la batuta dentro de la banda de acompañamiento, dejando la pista despejada para sobrecogernos con la vibra de “Wild Horses” y uno de los puntos de partida del country rock.

Mick Jagger es un frontman incansable. Interactúa de forma constante con el público, habla en español guiado y haciendo guiños a Chile de vez en cuando. La energía que derrocha a sus 72 años, corriendo de un lado a otro y sin perder el aliento se complementa con el tótem que es Keith Richards sobre el escenario. El alma de los Rolling Stones toma sus guitarras con relajo, como si despacharse riffs para la eternidad fuese tan natural como respirar. Deja espacios para que corra el aire, tal como las pausas entre una frase y otra cuando conversamos. Eso se nota en los primeros compases de “Honky Tonk Woman”, donde Richards es protagonista absoluto, aunque siempre escudado por su compinche en las seis cuerdas, Ronnie Wood, un espectáculo en sí mismo con su felicidad constante y la cara de seguir viviendo el sueño del pibe de estar tocando en su banda favorita de la vida. Y atrás está Charlie Watts, todo un personaje en el imaginario del rock and roll, un caballero de fina estampa, sólido y calmado, sabiendo utilizar  la energía de forma precisa y bebiendo del jazz en su forma de tocar.

El momento Richards de la noche con la bella “You Got The Silver” y la pendenciera “Happy” precedió a uno de los momentos altos del show: “Midnight Rambler”, que nos trasladó de inmediato al momento en que los Stones se encontraron a sí mismos al comenzar los 70, una dosis intensa de blues rock que puede agarrarte como un remolino con las 2 guitarras punzantes de Richards y Wood y la armónica potente de Jagger, una de las mejores del rock and roll. Y solo ellos son capaces de pasar de la improvisación glorioso al ritmo perfecto de “Miss You”, que nos llevó a 1978 y a las pistas de baile de inmediato gracias a la labor de Darryl Jones en el bajo, quien acompaña a la banda hace más de dos décadas.

El tiempo pasa volando en la cancha del Estadio Nacional, y aún quedan algunos cartuchos por quemar junto a los Rolling Stones. Un clásico como “Gimme Shelter” nos presentó a una nueva corista, Sasha Allen, quien tiene la responsabilidad de cubrir el espacio de la gran Lisa Fisher. Keith Richards vuelve a poner las cosas en su lugar y toma las riendas con el riff inconfundible de “Jumping Jack Flash” y una marca registrada de la talla de “Brown Sugar”, con pirotecnia incluida y sellando una pasada de 17 canciones en dos horas sobre el escenario.

El bis lo trae el Estudio Coral de Santiago haciéndose cargo de la intro de otra de esas canciones que contiene una verdad universal, “You Can’t Always Get What You Want”. La épica del relato nos eleva al cielo, justo antes de toparnos con un cohete a alta velocidad en “(I Can’t Get No) Satisfaction”, ese himno que cierra cada show de los Rolling Stones en el mundo, el que los instaló de golpe en el mapa de la cultura popular, un verdadero mantra dentro del rock and roll. Lo define, le da sentido, les hace recordar no dormirse en los laureles y pasarlo bien desafiándote a ti mismo. Siempre de la mano de lo que encarnan Mick, Keith, Charlie y Ronnie en cada uno de sus conciertos desde que tenemos memoria. Esa que construimos con los recuerdos de una noche única, quizás la última de los Rolling Stones en Chile. La atesoraremos para siempre. Palabra de rock.

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