Por Anton Reisenegger, conductor de Disco Duro y líder de Pentagram y Criminal
“Kill ‘Em All” para mí fue como una revelación. No entendía cómo una banda podía sonar tan cruda y tocar tan rápido. “Ride The Lightning” me impresionó por su sonido y sus temas épicos, aunque me desconcertaron las partes más lentas y melódicas. Pero cuando salió “Master Of Puppets”, yo ya estaba en una búsqueda de sonidos más extremos: Kreator, Slayer y Possessed. Dark Angel y Destruction.
Obviamente el impacto que tuvo “Master Of Puppets” en la escena fue inmenso, y cuando finalmente le presté atención, me obsesioné con el disco, tanto así que probablemente es el único álbum de otra banda que alguna vez haya aprendido a tocar (la guitarra rítmica, claro) de principio a fin. Demás está decir que mi grupo Fallout fue poco más que una banda de tributo a Metallica con temas propios.
En inglés hay una expresión – “to be at the top of your game” – que significa algo así como estar en su mejor forma posible, y sin duda en “Master Of Puppets”, Metallica estaba justamente en ese punto de su carrera. Ya habían inmortalizado los temas de sus inicios en el furioso “Kill ‘Em All” y ya habían probado la forma que luego darían a “Master Of Puppets” – introducción melódica, tema rápido, tema largo épico con el título del disco, balada que se pone pesada a mitad de la canción, tema rápido al comienzo del lado B, tema instrumental hacia el final – en “Ride The Lightning”, la repetirían en el “…And Justice For All”.
De tocar covers de bandas de la NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal) con uno que otro tema propio entremedio, en pocos años Metallica llegó a crear una obra maestra con la que, de ahí en adelante, no sólo todos los discos de thrash, sino todos los discos de metal en general, tendrían que medirse. Y es que, como los mismos integrantes de la banda proclamaban a los cuatro vientos en esa época, y muy a pesar de sus seguidores más duros (me incluyo), ellos no se consideraban una banda de thrash, sino que mucho más. Y “Master Of Puppets” les dio la razón. Combinaba la furia y la velocidad de ese estilo con algo mucho más grande.
Sin duda el que lleva el peso de este disco sobre sus hombros es James Hetfield. La omnipresente guitarra rítmica es rápida, precisa y machacante. De hecho, dicen que James grabó primero la rítmica, sólo con un metrónomo, y que encima de esas pistas se grabó la batería y todo lo demás. Su Gibson es el centro gravitacional del álbum. Pero también su voz, ya madura, le imprime un carácter inconfundible al disco. A lo mejor para entonces ya había aceptado que tenía que ser el cantante, después de haberle ofrecido el puesto a John Bush anteriormente.
Desde la perspectiva que da el tiempo, el desempeño de Lars en la batería es correcto y preciso, pero por algo en ese tiempo era considerado uno de los mejores bateristas de metal del mundo. Cuando hoy en día el blastbeat ya casi es una disciplina olímpica, y la velocidad que le imprimía a temas como “Battery” y “Damage, Inc.” no parece muy impresionante, en esa época era absolutamente sorprendente y tenía pocos rivales. Y el paso del tiempo no ha hecho mella en su influencia sobre las generaciones que lo sucedieron.
Yo creo que Cliff era el Alma de Metallica. Por lo que ellos mismos cuentan, fue Cliff el que les mostró bandas de otros estilos – desde los Misfits hasta Lynyrd Skynyrd – y fue ese abanico más amplio de influencias el que recién posibilitó la creación de un álbum como “Master Of Puppets”. Pero también (¡cómo no!) estaba su técnica en el bajo, que competía por el protagonismo con las guitarras, y que en el solo de “Orion” tiene un clímax inigualable en su belleza y emotividad.
Y Kirk. Yo siempre voy a defender a Kirk. No es y nunca fue el guitarrista más técnico, más rápido ni más innovador, pero le ponía a sus solos unas melodías que se te grababan en el cerebro y que eras capaz de recordar ¡y tararear! Estoy seguro que su admiración por guitarristas como Michael Schenker tiene mucho que ver en eso, porque se nota que no veía el solo como un ejercicio de acrobacia o una vitrina para lucirse, sino que como el clímax melódico de la canción.
Mención aparte merece la producción del danés Flemming Rasmussen. Un término medio ideal entre el feeling más crudo y “en vivo” del “Ride The Lightning” y la perfección casi clínica del “…And Justice For All”, el sonido del “Master” sigue sonando fresco, poderoso y actual.
Han pasado 30 años desde que se publicó esta maravilla, y creo que se puede afirmar que no volveremos a escuchar un disco que tenga el mismo impacto dentro del movimiento metalero. La escena está excesivamente atomizada en estilos, géneros, subestilos y subgéneros. Ya no existen bandas que logren aglutinar a la escena en su totalidad. Quizás Pantera fue la última banda que tuvo esa oportunidad. Pero los reyes siguen siendo Metallica, y “Master Of Puppets” su obra cumbre.