En 1944, la instauración de una división de Ascenso logró que el campeonato de Primera subiera su nivel, obligando a muchos equipos del montón a redoblar sus esfuerzos para no acabar colistas. Como nunca, los planes dirigenciales habían dado resultado. Sin embargo, siempre a la chilena, en el sistema elegido germinaba el cáncer que aún nos persigue: como fueron los eventuales perjudicados los encargados de su diseño, ellos mismos se aseguraron de que descender fuera casi imposible. Por eso le pusieron todas las trabas imaginables a los equipos de la División de Honor Amateur que luchaban por medio cupo en la elite.
A saber: el partido único de definición entre el campeón del Ascenso y el colista de Primera se jugaría en una cancha que elegiría este último. Ese match -definido como una “prueba de suficiencia” para determinar los méritos del aspirante- se jugaría varios meses después del final de ambos torneos, pero al monarca amateur no se le permitiría reforzarse con ningún valor que alguna vez hubiera formado parte de un plantel rentado. En suma, ascender sería poco menos que un milagro.
Con esas reglas leoninas se llegó el 18 de marzo de 1945 al primer partido definitorio de ascenso de nuestra historia, que enfrentó a Bádminton y Bernardo O’Higgins en el Estadio de Carabineros. Todo hacía presumir que los curtidos profesionales del “Rodillo” aplastarían a los voluntariosos pero inexpertos muchachos del equipo autobusero. Tras largos y tediosos meses de receso, el medio esperaba con expectación lo que se definió como el estreno oficial de la nueva temporada.
En efecto, el cotejo fue un trámite para el Bádminton, que sin pasar mayores apremios venció por 3 goles a 1. “No pudo el conjunto de Bernardo O’Higgins certificar los antecedentes que lo ungieron ganador de la serie de ascenso. Badminton, por su parte, no hizo otra cosa que ganar, venciendo fácilmente a un contendor que sólo mostró entusiasmo. En caso de haber ganado el Bernardo O’Higgins, muy pocos serían los integrantes del team que verían prolongada su actuación en el círculo superior”, evaluó Estadio.
¿Todo resuelto? Las pinzas: al día siguiente, los dirigentes del O’Higgins presentaron un reclamo formal ante la Asociación Central de Fútbol de Santiago para que Bádminton fuera despojado de los puntos.
¿Su argumento? La alineación irregular de dos jugadores: un juvenil no inscrito en el torneo previo y el zaguero Carlos Atlagich, quien debía purgar varias fechas de castigo desde diciembre del ‘44. De acuerdo a las bases, el cuadro de Primera debiera haber perdido los puntos, sentenciando el ascenso del Bernardo O’Higgins; sin embargo, el Bádminton arguyó que la definición no era un partido oficial y, por ende, no regían en ella las bases del campeonato de Primera.
Salomónica, la ACF resolvió que el partido se repetiría el domingo siguiente domingo y que el “Rodillo” debería pagar una escuálida multa de quinientos pesos.“¿Qué clase de match es entonces éste? Si no es oficial, ¿por qué hay ascenso y descenso? Si es amistoso, ¿por qué no se permitió el cambio de jugadores? Curioso el criterio… Tan curioso, que para dejar contento a todo el mundo se dictaminó algo que no ha podido contentar a nadie”, protestó Estadio.
Con entrada liberada, la nueva definición se jugó a las 10:30 AM (!) del domingo siguiente en el mismo recinto. Pese a la hora, igual se registró una buena concurrencia de hinchas neutrales. Y para seguir cargándose al Bernardo O’Higgins, la ACF decidió a última hora que la única forma de asegurar su ascenso era vencer en los 90 minutos reglamentarios. Al cabo, el partido fue un festival de patadas que acabó con empate a uno.
La prensa evaluó el desempeño del cuadro rojiazul como “muy digno” y le auguró un brillante porvenir. Sin embargo, pronto el sindicato autobusero se dio cuenta de que ascender en cancha sería poco menos que una hazaña y le quitó su respaldo al club para entrar al profesionalismo por la ventana en alianza con Santiago Morning.
