Al menos en teoría, al chileno le gustan las cosas ordenaditas y bien reglamentadas. En el fútbol, ese espíritu ha impedido los bochornos que aún sufren algunas ligas de nuestra región. Por ejemplo, que el dueño de una lavandería de provincia arme un equipito para competir con los amigos y 3 años después ese club termine haciendo el ridículo en Primera División.
De todos modos, Chile igual ha sido escenario de absurdas aventuras futbolístico-empresariales. Rodeado de leyenda, pervive el recuerdo de Feliciano Palma y sus lujos asiáticos en Lozapenco. Sin embargo, antes de ese engendro existió otro proyecto comercial que llegó a jugar en Segunda División: su caso es quizás más extravagante, pues detrás del Súper Lo Miranda ni siquiera había el respaldo de una ciudad.
En 1985, el pueblito de Lo Miranda con suerte sumaba unos 5.000 habitantes. La localidad ni siquiera era cabecera de la comuna de Doñihue, pero tenía una gracia: en sus afueras acogía a una planta faenadora de Agrosuper (entonces Súper Pollo).
Con la meta de competir en la recién creada Tercera División, el Súper Lo Miranda fue fundado en agosto de 1980. Hoy se sostiene que este club fue un proyecto personal de Segundo Fuentes Silva, gerente corporativo de la avícola. Sin embargo, el escudo del equipo era el pollo con su poncho y chupalla que aún distingue a la compañía. Y su auspiciador era precisamente Súper Pollo.
Tras un par de torneos decentes, en 1983 ocurrió el milagro: Súper Lo Miranda barrió en la liguilla final con el Iván Mayo de Villa Alemana, Independiente de Cauquenes y Defensor de Casablanca para ascender a Segunda. Hoy nos parece extraño que un club tan precario haya logrado coronarse campeón de un torneo semiprofesional; sin embargo, sus contendores en el grupo sur de una jibarizada Tercera División eran clubes huasos igual de pequeños (Tricolor de Paine, Caupolicán de Rengo y sus rivales del Cultural Doñihue, entre otros).
Durante algún tiempo, Súper Lo Miranda fue sinónimo de billeteras generosas para el alicaído fútbol criollo de mediados de los 80. Así lo recordaba el goleador Marcos Fajre, máxima estrella que pasó por sus filas y quien luego brillara en la U: “Era una institución solvente, había cualquier plata. Donde estaba la cancha tuvieron que ampliar la capacidad, que antes era ocupada por aves y chanchos. Iba todo el pueblo, cerca de mil personas por partido, y en Segunda éramos un equipo de respeto. El clásico era con O’Higgins, era un partido que había que ganar sí o sí. Pero en un momento no hubo más apoyo ni dinero”.
En 1984, año de su debut en el Ascenso, un plantel bien reforzado se dio mañana para participar en la liguilla de ascenso a Primera División junto a Curicó Unido, Unión Santa Cruz y Unión La Calera, que al cabo coronó a los cementeros. Al año siguiente, cuando se destapó la caótica gestión de la dirigencia y el uso no autorizado de platas corporativas para pagar sueldos, el Súper Lo Miranda se sumió en una rápida crisis. Completamente desfinanciado, acabó colista y descendió a Tercera para terminar disolviéndose en 1994.