Heridas que no se cierran.
Es cierto, después de una catástrofe, todo se puede reconstruir, todo, menos la pérdida de los seres que quieres. Es lo que dejó el pasado terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, una presencia de dolor en miles de familias que perdieron hijos, padres o hermanos por la negligencia de un sistema que no funcionó. Esta mañana pudimos conocer los testimonios de esos familiares cuando se presentaron ante la jueza Carolina Guajardo rechazando el acuerdo entre la fiscalía y los seis imputados en este caso, el caso tsunami.
Pero más allá de las componendas judiciales, quedan el dolor y la rabia. Esa angustia de no poder volver el tiempo atrás, de tener que quedarse mascando el dolor provocado por un puñado de inoperantes -pagados por todos nosotros- que no supieron cumplir con su deber…