Una estela de señales… La muerte del Presidente Patricio Aylwin y sus posteriores homenajes, nos dejaron una serie de reflexiones dignas de destacar. Primero, el apego de la ciudadanía a sus rituales republicanos y un deseo ostensible de querer contactarse nuevamente con sus líderes, al menos con estos que representan altos ideales de la política. Y a Aylwin, más allá de sus declaraciones tras el Golpe, se le reconoció como un político austero, conciliador y transparente, atributos que se echan de menos en los vericuetos actuales del poder.
Pero también hubo señales para recordar, como la clase magistral de oratoria de Ricardo Lagos, talvez –y más allá de contemplaciones ideológicas- el último de los estadistas de la talla de los clásicos. O ese discurso profundo y emotivo que entregó esta tarde el ex senador y fundador de la DC, Renán Fuentealba, quien a sus 99 años deslumbró con la lucidez de la sabiduría y el peso moral de su trayectoria. Y, por último, la aparición de Carlos Altamirano en la despedida de su gran enemigo político de principio de los setenta. Altamirano, a quien se acostumbra a sindicar como la bencina que lo encendió todo, tuvo la modestia y la grandeza de quienes se arrepienten… Y salen a la luz a enfrentar su pasado…