PAGINA 66

Lefutray: Más que un sonido rápido

Equipo Futuro |

En Pag. 66, comentamos la historia del conjunto de metal local que pasa por uno de sus mejores momentos.

Por Javier Sandoval

-“¿Aló, Cristian? ¿Cómo estai, compadre?”, dijo Ignacio Orellana, chileno residente en Nueva York, dueño del medio Digmetalworld y ayudante de distintos grupos de rock.

-“Bien, ¿y tú, Nacho? ¿Qué contai?”, respondió Cristian Olivares, guitarrista de Lefutray.

-“Buenas noticias para tu banda. Cachai que un periodista del Wall Street Journal está haciendo un reportaje y le interesa contar con ustedes para su trabajo”.

-“Ya… ¿y sobre qué sería específicamente?”.

-“Un reportaje sobre el metal a nivel mundial…”.

Hay cosas que a uno jamás se le pasarían por la mente. Hechos que, por más gratificadores que fueran, resultarían ser casi quiméricos, tanto que soñarlo sería una pérdida de tiempo. Sin embargo, es en el factor “casi” donde los apasionados ven alguna posibilidad, y es en la posibilidad donde los tercos sacan lo mejor de aquella palabra, lo mejor de sí mismos y, en este caso, lo mejor de su música.

A fines de febrero de este año, el prestigioso diario estadounidense The Wall Street Journal publicó un reportaje bastante ambicioso sobre los distintos grupos de metal y de cómo se vive este género tan amado por nosotros en las distintas partes del mundo.

En el artículo aparecen conjuntos consagrados y emergentes como Mayhem (Noruega), Rammstein (Alemania), Chthonic (Taiwán), Burgerkill (Indonesia) y, como uno de los representantes de América, el groove-thrash de Lefutray. Nuestros Lefutray. Los mismos que con once años en la escena y tres discos a su haber, han pasado por trabas tanto en Chile como en el extranjero, pero también han sabido cómo levantarse y seguir en pie, y sólo así decir –con justa razón– que están por vivir uno de sus mejores años, ya sea por el texto del Wall Street Journal, su postulación a los premios Pulsar como “mejor artista metal” y por su primera gira a Europa en julio de 2016. Por esto y lo que vendrá, este humilde y merecido homenaje.

Primeros ensayos

Lefutray (“velocidad del sonido” o “sonido rápido” en mapudungún) no será la primera ni la última banda cuyos miembros fundadores eran compañeros de estudio, sin embargo la gracia de aquello es mantenerla en actividad. Que no sea un simple grupo para capear los fin de semanas de ocio, sino que uno que tome las cosas en serio: que tenga ideas, ensayos constantes y un sentimiento alimentado por la necesidad de tocar cada vez más y mejor.

La banda fue creada por Yonattan Muñoz (baterista hasta la fecha) y Leonardo Gacitúa (ex guitarrista) en 2005. Ellos no sólo estudiaban ingeniería en sonido en el mismo instituto, sino que eran miembros de unos grupos que perecieron por a, b, c motivo. “En un carrete le dije a Leandro que tenía uno que otro tema por ahí y que quería seguir tocando. La verdad es que estábamos verdes por tocar”, comentó Yonatto Muñoz.

Las canciones que ambos escucharon, analizaron e interpretaron en sus ensayos hicieron que la ampolletita –tal como en las caricaturas– se prendiera en sus cabezas. Comprendieron que lo que partió como una necesidad de dos amigos por seguir tocando metal tenía pasta para consagrarse en un futuro sólo si se tomaban las cosas en serio. La imagen de la banda comenzó a moldearse de mejor manera con la llegada de Cristian Olivares (guitarra; también ingeniero en sonido), y con él las ideas frescas, los LP y las audiciones para vocalistas y bajistas.

No basta con tocar bien

El hecho que los (hasta ese momento) tres miembros de Lefutray compartieran los mismos conocimientos sobre el sonido los ayudó a la hora de definir su evolución, pero nada de eso servía si no había alguien que tocara el bajo y que cantara. “Lo más complicado a lo largo de la vida de Lefutray ha sido encontrar integrantes serios, especialmente vocalistas. Nuestra piedra en el zapato ha sido el hecho de partir un proyecto con alguien y que éste se desvíe o pierda la motivación”, dijo con cierto disgusto Cristian Olivares.

Uno de los periodos más complejos en lo que a salidas del grupo (ya sea por expulsiones debido a la mala convivencia o por retiros voluntarios) se refiere, fue el que vino después de publicar su primer álbum Frente al Fin (2008), que contó con Pablo Bascuñán en voz y Christian Bravo en el bajo. A la posterior salida de Bascuñán se sumó la del guitarrista y miembro fundador Gacitúa. Esta última fue compleja, ya que al no encontrar nadie apto tras todas las audiciones realizadas, Muñoz y Olivares decidieron que Lefutray fuese un cuarteto, con una guitarra en vez de dos.

Por cosas del destino, suerte, favor divino o quién sabe realmente la razón, el vocalista más sólido que el conjunto santiaguino ha tenido apareció en un show que Lefutray (en ese momento con Alonso Ramírez en voz) realizó junto a otras bandas en la Sala SCD de Vespucio. Fue a mediados de 2009, un día en que llovió tanto que llegaron sólo seis personas al recital. En ese ambiente Juan Vejar (actual vocalista de Lefutray, pero en ese entonces cantante de otra agrupación del evento) notó que Ramírez estaba indeciso de continuar en su grupo. Vejar aprovechó aquello y, junto con las ganas de cambiar los aires de su antigua agrupación, hizo sus mayores esfuerzos para ingresar al Lefutray.

“¡Cristian! ¿Cuándo nos podremos volver a juntar para audicionar?”, decía diariamente con entusiasmo Juan Vejar.

“Te aviso, pero ojo, Juan. No eres el único vocal que estamos barajando. Aún no eres parte de la banda”, respondía Cristian Olivares.

“Lo sé, compadre, pero quiero entrar, de verdad, y haré todo lo que esté a mi alcance para ello…”.

Fueron las ganas y la actitud perseverante mostrada por Vejar las que hicieron sentir seguridad a los músicos de Lefutray. Pese a todos los cargoseos que Olivares y Muñoz vivieron de parte suya, sabían que Juan Vejar sería firme y no desviaría el curso. Esto le permitió ingresar al grupo, pese a que el otro tipo que estaba a prueba también era bastante bueno, vocalmente hablando. “En realidad lo aceptamos para que no leseara más. Me tenía la bandeja del correo llena de spam (risas)”, dijo en tono de broma Cristian Olivares.

Going to Brazil

Lefutray ha salido tres veces fuera de Chile para presentarse en festivales metaleros y en shows de carácter más íntimo. Primero fueron a Brasil (2012) y luego a Argentina en dos oportunidades (2012 y 2014). Sus viajes a territorios trasandinos han sido muy buenos: su exposición en el Metal Fest de San Juan, tocatas en Mendoza, las ventas de merchandising y notables recepciones del público hicieron que el dormir sentados en una camioneta y estar horas esperando en Aduana no importa absolutamente nada. Sin embargo, fue el tour al país verde-amarelo el que cuenta una historia más sabrosa, pese a que en un principio fue bastante amarga.

El viaje a Brasil fue el primer tour fuera de Chile de Lefutray y contó con la compañía y apoyo (a nivel de experiencia) del sonidista Felipe Ferrada y del guitarrista de Nuclear, Sebastián Puente, quien también los parchó en unos shows. El entusiasmo mostrado era tremendo, y cómo no, si después de tantos ensayos por fin iban a mostrar el groove y thrash de sus dos discos (Frente al Fin y Last Breath) en otras tierras.

Era el sueño del pibe, pero el ineficaz trabajo (por decirlo menos) del tour manager casi lo transformó en una pesadilla. Con pasajes comprados y a días de viajar a la nación del carnaval, se dieron cuenta que el manager en quien depositaron su confianza no tenía todas las fechas de tocatas cerradas, en los bares brasucas no sabían de la existencia del grupo y ni siquiera tenían dónde dormir o comer.

La cosa no era fácil. Podían ir “a la vida” a Brasil o cancelar la gira y no correr riesgo alguno, pero en el interior de la mente de Lefutray no querían abandonar dicha oportunidad. Finalmente fueron. Decidieron ir para dejar en alto el metal criollo, el apoyo de sus seguidores y la pasión de sus músicos. Por razones obvias gastaron más plata de lo que tenían en mente, pero otra vez el bichito de la fortuna los picó y conocieron a Danilo Kamada, dueño de un bar, amante de la música y por lejos una de las personas a las que Lefutray recuerda con más cariño. Kamada los ayudó en todo, y cuando digo todo me refiero a alojo, desayuno, almuerzo, contactos para más shows en el país y lo mejor de todo es que sin costo alguno, es más, el brasileño le pagó a Lefutray por los recitales que dio en su bar.

Nuevos rostros

Todo estaba tranquilo en la formación de Lefutray, pero tal como diría Carlos Pinto en sus otroras apariciones en Mea Culpa, nada hacía presagiar que vivirían otra pérdida. Después de casi diez años, su bajista Christian Bravo dejó la banda por motivos personales. Si bien contó con el total apoyo de sus colegas, éstos sintieron cierta pesadumbre por encontrar lo más pronto posible a su reemplazante, y más cuando el nuevo disco ya estaba casi listo.

Julio Yáñez (26), el último refuerzo del grupo en bajo, es diez años menor que los demás miembros de Lefutray, pero lleva su misma hambre por querer cosas grandes con el conjunto. “Al igual que Juan, yo también estaba consciente que ellos hacían audiciones con otros bajistas, pero me la quise jugar. Puse corazón y compromiso. Fue rico ver en los ensayos que cada uno de los cabros tiene eso. Es la razón de por qué estamos donde estamos”, dijo Yáñez.

Su adaptación al ritmo de la banda fue completamente gracias a la rigurosidad que le puso a las cuatro cuerdas y a la ayuda, consejos y feedback dados por Olivares, Muñoz y Vejar. De tocar en grupos de tono más amateur, Julio Yáñez tuvo que aprenderse todos los temas de la agrupación en cuestión de semanas, ya que las tocatas agendadas no podían esperar. Harta pega. Cansadora, pero el verdadero interés y el gusto por lo que se hace fueron más fuertes.

El juramento

Era finales de febrero de este año y Lefutray tocaba en una de sus salas de ensayo. En esta hacía tanto calor que se podría decir que las temperaturas veraniegas del exterior eran más agradables. Las refrescantes botellas con agua corrían entre los músicos, al igual que las ideas sobre qué canción tocar a continuación.

“¡Toquemos ‘Spit on your Words’!”, pidió Julio Yáñez.

Pedido y concedido. Interpretaron aquel tema que pertenece a su último trabajo Oath (2015). Un buen disco cuyo punto de partida fue entre 2011 y 2012, pero que tuvo que aplazarse por la salida de su antiguo bajista. Fue un proceso largo, pero que les ha entregado varias críticas positivas, además de una postulación para ganar el premio Pulsar a “mejor artista de metal”.

Oath es enérgico de principio a fin. Si bien tiene temas bastantes agresivos y tuca-tuca, la cosa no queda ahí. Este disco tiene un sonido realmente maduro. Canciones potentes, pero plagadas de detalles y sentimientos como “Womb” y “Mutant Mother”. Otras bien thrasheras y uñeteadas como “Virus”, además de una instrumental (“Aura”) que no sólo deja atrapado al oyente, sino que también evidencia al imaginario los argumentos centrales del LP: el sufrimiento del humano, el reniego a la sociedad en que (sobre)vivimos, el daño al ser y a la naturaleza, y cómo reacciona el mundo ante ello.

Aquellos sentimientos y conceptos fueron los que el cuarteto le entregó al ilustrador rumano Costin Chioreanu, quien ya ha trabajado con bandas como At The Gates, Arch Enemy, Grave y Arcturus, entre otros, para diseñar la portada de Oath. “Nosotros nos imaginamos muchas cosas para hacer, pero lo que él nos entregó fue un verdadero combo en el hocico: ¡Era boceto con lápiz, sin color, y estaba increíble! De hecho queríamos dejarlo así (risas). Después lo mandó mejorado con color y quedamos aún más sorprendidos porque era lo que realmente soñamos. Le dio un pluss al trabajo, lo puso en otra línea”, recordó Juan Vejar.

La guinda de la torta en Oath es un track oculto llamado “Sucia Elegancia” que sólo aparece en el formato físico, un regalo para quienes quieran adquirir esta joya del metal actual. El detalle de dicha canción es fabuloso: desde que termina “Virus” –último tema del disco– hasta que parte “Sucia Elegancia” hay 3 minutos con 44 segundos. Dicho tiempo, a 21 grados, da como resultado la velocidad del sonido. ¿Recuerdan el significado de “Lefutray” en mapudungún comentado al principio de este artículo? Genial, ¿no creen?

A la velocidad del sonido

El estado actual de Lefutray se podría definir como “más contentos que la cresta”, o al menos así lo sienten sus miembros. El recordar que su banda, esa a la que le han puesto corazón desde el primer ensayo, apareció en uno de los diarios más importantes del mundo como Wall Street Journal, como foto principal y con un videoclip de promoción, es para dejar a cualquiera sin palabras. Todo por gracia del trabajo constante y del apoyo de Ignacio Orellana, dueño del medio Digmetalworld y ayudante de distintos grupos de rock.

¡Ojo! Están pasando varias cosas en la órbita de este conjunto donde, en un comienzo, todos eran ingenieros en sonido y luego simplemente terminaron siendo verdaderos amigos: un disco espectacular bajo el brazo, un artículo en Wall Street Journal, nominación a Pulsar y hace sólo días la confirmación de una gira europea que, hasta la fecha, tiene lista su primera fecha en República Checa para el 22 y 23 de julio.

Lo grato es que ni Yáñez, Olivares, Vejar ni Muñoz planean dormirse en los laureles. No pueden quedarse con esto, ya que es simplemente un impulso para lo que vendrá más adelante, y si nos referimos a la fuerza de impulso, a estos cabros les sobra. “Mi objetivo es ganarme la vida con Lefutray y para eso hay que dejar muchas cosas de lado. Estamos en una micro con un solo rumbo y nadie nos puede desviar. Nada ni nadie”, finaliza Juan Vejar, vocalista que en ese momento habló por todo un grupo.

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