Hay filtraciones y filtraciones… Cuando se discutió la legitimidad de una ley mordaza en democracia, se determinó que el Gobierno intentaba concretar un atropello a la libertad de expresión, libertad que es piedra angular de todas las libertades de una sociedad. Se intentaba, así, evitar las filtraciones a la prensa que tienen sacudido al poder, desde el político al económico.
Los defensores de la censura decían que eran informaciones, filtradas de procesos judiciales, que atentaban contra la honra de las personas cuya culpabilidad no estaba comprobada. Y, ahora, el tema de las filtraciones se pone nuevamente en el debate por la reproducción que la edición digital de la revista Qué Pasa hizo de una intercepción telefónica realizada por el OS9 de Carabineros a Juan Díaz, el operador político de la UDI vinculado al caso Caval. En ella, Díaz involucraba a la Presidenta de la República en graves acusaciones relacionadas al negocio inmobiliario de su nuera.
¿Hay diferencias entre filtraciones y filtraciones a la prensa? Por supuesto que sí. Porque una cosa es entregarle a la ciudadanía una confesión directa ante la justicia de un sujeto a publicar un conventilleo de alguien que habla de otra persona por un teléfono celular. Es la diferencia que separa a la información del rumor barato y a la libertad de expresión de la infamia y de la calumnia…