Por Rainiero Guerrero
En estricto rigor son los 30 años de dos goles históricos, uno con la mano y el otro con la mano que tenía en su pie izquierdo, en ambos hay un denominador común: Diego Armando Maradona. La historia estaba cargada, las heridas seguían abiertas y Argentina salía a la cancha para disputarle a los ingleses el paso para estar entre los cuatro mejores del mundo. Diego Maradona ya caminaba como el mejor futbolista del mundo y era el gran soporte de esa selección. Fue el total protagonista de esa tarde en el Estadio Azteca del Mundial México 1986. Argentina abría la cuenta con uno de los goles más polémicos de la historia de los mundiales de fútbol, cuando Maradona empujaba con la mano la pelota ante la salida de Peter Shilton. Tiempo después dirá que fue “la mano de Dios”.
Pero la historia señala que había otro capítulo más para esa tarde, quedaba algo más y tenía que llegar en el mejor momento que se podía. Los ingleses arremetían con todo y Argentina aguantaba, pero siempre con fútbol. Minuto 55 del segundo tiempo, Héctor “el negro” Enrique dio el pase de su vida: a dos metros le entregó la pelota a Diego en la mitad de la cancha para que iniciara el viaje, comenzara el destello con el testimonio de los ingleses caídos ante sus estériles intentos por derribarle. No había forma, no hubo forma de hacerlo y como broche de oro cuando estuvo frente a Shilton no remató, quedaba un poco más de zurda para eludirlo, dejarlo tirado como otro más y enviar un sencillo pase a la red.
“Barrilete cósmico” gritó Victor Hugo Morales desde una de las casetas del Azteca, mientras el llanto invadía su garganta y la de millones de habitantes del mundo que fue(imos) testigos del mejor gol que se haya hecho en una cancha de fútbol y que hoy, precisamente hoy, cumple 30 años.