PUNTERO FANTASMA

El exterminio de los clubes parásitos

Felipe Pumarino |

Desprolijo, arbitrario, incluso cobarde: así ha sido el desarrollo de nuestro fútbol profesional. Desde 1933, la dirigencia chilena se ha empecinado en diseñar torneos incomprensibles, en blindar a clubes santiaguinos sin importar su tamaño y en ponerle todos los obstáculos imaginables a las regiones. ¿Ejemplos? La perpetua chacota con los ascensos y descensos, esas “reglas no escritas” que siempre beneficiaban a la capital y el desarraigo de tantos clubes de provincia paridos a la fuerza.

Por eso la decisión tomada por la Asociación Central de Fútbol (ACF) en 1969 asoma tan extraña. En un acto de inusual valentía, decidió extirpar de raíz a los clubes santiaguinos que parasitaban en Segunda. La orden fue perentoria: o se mudaban -emulando al Green Cross de Temuco- o desaparecían.

En las décadas previas, una media docena de instituciones capitalinas se había integrado al fútbol rentado, sumándose a otros clubes minúsculos que desde los albores del profesionalismo cumplían un papel claro: “hacer número” para que los campeonatos contaran con una cantidad competitiva de participantes.

Entrando a los años 70 -tras un salto cuántico en la infraestructura vial chilena-, ese rol ya no tenía sentido. Para la ACF, era hora de que varios siguieran el camino del San Bernardo Central y se hicieran a un lado para abrir la puerta a ciudades del norte y el sur que habían quedado rezagadas.

En enero de 1969 Nicolás Abumohor asumió la presidencia de la ACF. En su antiguo cargo de tesorero había sacado cuentas: la precaria realidad económica del Ascenso tenía como culpables a clubes capitalinos sin hinchas ni respaldo económico, que “no podían considerarse profesionales” y sólo vegetaban a costa de las recaudaciones provincianas. Sacarlos de su comodidad de Santiago era urgente para reestructurar al fútbol chileno.

¿Su decisión? La resume Estadio: “Abumohor comunicó ya al comité encargado de la Segunda División que los clubes metropolitanos de esta serie no pueden seguir subsistiendo con la base precaria que tienen. Y pidió que antes del 15 de enero estas instituciones busquen un alero provinciano, fuera de la provincia de Santiago, que quiera acogerlas. Dejó establecido que en el futuro el equipo de Primera División con asiento en la capital que descienda, podrá jugar un año en el Ascenso con su misma residencia; en caso de no retornar a Primera, también tendrá que emigrar. No pudo menos que recibirse con beneplácito esta iniciativa: basta con reparar en las recaudaciones semanales de Iberia, en Puente Alto; Municipal, en San Bernardo; Universidad Técnica, en su campo de la Avenida Ecuador; y Ferrobádminton, en la suya de San Eugenio”.

El medio aplaudió de pie esta medida. No sería mala idea, sugería Estadio, también echarle una miradita a tanto club capitalino que estaba estorbando en Primera.

Entonces cundió el pánico. Iberia amenazó con entrar en receso (y nadie lo lamentó), Municipal de Santiago y el equipo de la Universidad Técnica del Estado recordaron que su “hábitat natural” -y única razón de existir- estaba en la capital y Ferrobádminton empezó a partirse por la mitad. ¿Qué pasó al final? Ya lo veremos.

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