Comenzando la década del ‘40, el clásico mayor del fútbol chileno era -por lejos- el duelo entre los dos clubes más populares de entonces: Magallanes y Colo Colo. Dos veces al año, una multitud se reunía para disfrutar del morbo del enfrentamiento padre-hijo. Los albicelestes eran grandes: sumaban 4 títulos en menos de 10 años de profesionalismo; su incipiente decadencia aún era casi imperceptible para el medio.
Así lo explicaba revista Estadio en 1942: “Ambos clubes son los de más arrastre en nuestro medio y los que logran reunir una atmósfera de mayor expectativa a su alrededor. Albos y albicelestes cuentan desde tiempos antiguos con fervientes parciales, entre los cuales no sólo se encuentran los espectadores habituales a los domingos futbolísticos. Hinchas de uno y otro existen entre gente que no sigue con mucha preocupación el campeonato de fútbol, pero que ante el cotejo de aguerridos y blancos sienten el llamado imperioso de sus simpatías y concurren a ver a su favorito. No es extraño entonces que, aunque uno sea el puntero y colista el otro, el match siempre se desarrolle ante un marco de graderías repletas de un público bullicioso y pasionista”.
En la foto de arriba vemos una postal curiosa: el “clásico nacional” jugado ese año en un abarrotado Estadio Militar.
El otro derbi importante era el clásico universitario, cuya versión nocturna por esos años se consolidaba como gran megaevento anual. En 1943 las universidades convocaron a 80.000 personas al Estadio Nacional, cuya capacidad oficial era de 52.000 espectadores. Definido como “la fiesta máxima de nuestro deporte”, en verdad se trataba de un interminable show de variedades para el cual mucha gente -incluso señoras empingorotadas que odiaban el fútbol- se peleaba las entradas.
¿Había otros clásicos? Pero claro. Un duelo siempre atractivo enfrentaba a Colo Colo y Santiago Morning, protagonistas del hoy olvidado “clásico de los albos”. También merecían ese mote los cotejos de Colo Colo contra Audax Italiano y Unión Española, ambos a su vez a cargo de su propio “clásico de colonias”. Abajo, una postal de ese enfrentamiento entre inmigrantes jugado en el Estadio de Carabineros.
El Audax, por cierto, también tenía un especial encono contra Magallanes. Y en provincia despuntaba el fiero “clásico porteño” entre Everton y Santiago Wanderers.
En 1949, Estadio se quejaba de que el apelativo de “clásico” se había manoseado: “En el fútbol profesional parece que hoy todos los matches son clásicos. Vamos viendo: el clásico de las universidades (Católica-Chile); el clásico nacional (Colo Colo-Magallanes); el clásico de las colonias (italianos-españoles); el clásico de los albos (Colo Colo-Santiago) y el clásico del puerto (Wanderers-Everton). Pero hay más todavía: el clásico de los verdes (Audax y Wanderers), en que uno tiene que cambiarse camiseta como en el de los albos; el clásico de los listados (Magallanes y Bádminton); el clásico de los godos (españoles e ibéricos), y el clásico de los cruzados (católicos y Green Cross)”.
¿Y el cacareado superclásico Colo Colo-Universidad de Chile? Ni en las cómicas.
Fotos: revista Estadio.