La ausencia de hueso en el pene, un hueso extraesquelético no conectado con el resto del esqueleto, en los hombres ha desconcertado a los científicos, pero un nuevo estudio parece entregar luces sobre esta anomalía.
Un grupo de investigadores de la University College de Londres reconstruyó la historia evolutiva del hueso peneano, mediante el rastreo de su origen a lo largo de la historia. Primero evolucionó en los mamíferos hace entre 90 y 145 millones de años y a partir de ese momento creció o encogió, dependiendo de la especie.
El estudio llegó a la conclusión de que los animales cuyos encuentros sexuales duran más de tres minutos —lo que se llama «intromisión prolongada»— tienden a tener un hueso peneano de mayor tamaño, al igual que en las especies donde hay mucha competitividad sexual durante el acto. Por ello, cuando el apareamiento humano se convirtió en una práctica monógama, hace 1,9 millones de años, es posible que los hombres paulatinamente hayan perdido el báculo, tras cesar la presión evolutiva.
Debido a que su penetración dura poco tiempo, siete y 15 segundos respectivamente, los chimpancés y bonobos, parientes más cercanos al humano, tienen un hueso muy corto. Sin embargo, ambos se enfrentan a niveles muy altos de competitividad con otros machos durante el apareamiento, lo que podría explicar por qué conservan el báculo.
«Nuestros hallazgos sugieren que el báculo interpreta un papel importante en las estrategias reproductivas de los machos de especies en las que estos se enfrentan a niveles muy altos de competitividad sexual poscopulatoria. Que el coito sea más prolongado ayuda a evitar que la hembra se aparee con más competidores; de esta manera, el macho aumenta sus posibilidades de transmitir su material genético», señaló Matilda Brindle, autora principal del estudio, que fue publicado en la revista Proceedings B de la Royal Society of London.