Pedir perdón… Debe ser uno de los actos que más engrandecen al ser humano, ese momento en que después de la reflexión nos damos cuenta de que el error que cometimos dañó a alguien, que ofendió, que denigró, que, incluso, quitó la vida.
Entonces, nos nace la emoción de arrepentirnos, emoción porque es una reacción propia del alma más que la razón. Ahí, entonces, estamos ante el arrepentimiento verdadero y la disculpa sincera. Pero, cómo saber si ese perdón que nos piden es legítimo? Es imposible. Porque ofrecer una disculpa es, a la postre, un acto de fe. Por eso cuesta tanto creer en estos diez condenados por DDHH que hoy, en un acto de corte religioso, pidieron perdón en la cárcel de Punta Peuco. Un perdón que tardó muchos años y que tiene como telón de fondo el eterno dolor de los familiares de muchas víctimas de ellos que aún no saben del paradero de sus seres queridos.
Algunos medios han querido hacernos creer que la libertad de estos criminales es un primer paso hacia una verdadera reconciliación. Pero ese es argumento de ideología temeraria. Si accediéramos al perdón de todos los criminales y delincuentes, las cárceles de Chile estarían vacías. Y si accedemos al perdón de estos criminales del Estado, estamos dejando en la indefensión a los chilenos del mañana que también podrían caer víctimas de violadores de derechos humanos que sabrán que, históricamente, estos castigos serán perdonados…