Comienza la Teletón… Por un día, por 27 horas, la llamada cruzada solidaria reúne al país bajo un objetivo común: recaudar dinero en ayuda de niños y jóvenes chilenos en situación de capacidades diferentes. Los aportes de la Teletón son innegables desde su creación en 1978. De partida, puso en la mente ciudadana una realidad que no se veía o no importaba, la de aquellos que históricamente habían sido tratados como lisiados, discapacitados o derechamente inválidos.
Pero en su interior, en su motor, la Teletón es un juego de marketing, de lavado de imagen de empresas, de egocentrismos de algunos, de utilizar el beneficio propio envuelto en los ropajes de la solidaridad. El aporte de las empresas oficiales es ínfimo comparado con los réditos anuales y corporativos. Y el principal animador y creador de la iniciativa, es también rostro de marcas que participan en una cruzada donde no existen los concursos públicos para llenar esos cupos de empresas.
Pero la Teletón se defiende con hechos. Y ahí están los centros de atención y ahí está el testimonio de miles quienes acudieron en un auxilio que se les prestó eficientemente. Incluso aquellos que alguna vez fueron críticos y terminarán cantando por ella por un giro del destino, como Jorge González. La Teletón produce estas contradicciones tan profundas que es preferible aceptarla sin cuestión, como un acto religioso que hace bien porque aguanta más la creencia que el razonamiento…