La brecha entre hombres y mujeres en materias como salario o derechos humanos y reproductivos es amplia, mientras que en otras materias, como fuerza laboral e incidencia en políticas públicas, se va estrechando. Igual que en las cifras de alcoholismo.
Un estudio del Centro Nacional de Investigación sobre Drogas y Alcohol de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia, cuenta que al principio del siglo XX los hombres bebían 2,2 veces más que las mujeres, y que a comienzos del siglo XXI, 1,1 veces.
El gran problema de la igualdad a la hora de alcoholizarse los trae las características físicas que hacen que para ellas sea más difícil metabolizar el alcohol, además de que sus consecuencias son más intensas. Entre otros peligros, cáncer de mama, hepatitis alcohólicas y problemas coronarios.
Según el director del Instituto Nacional de Abuso del Alcohol y Alcoholismo (NIAAA), George Koob, «no hay que ser lo que solíamos llamar ‘un alcohólico’ para tener un problema. Es un espectro de intensidad, y no es siempre el hombre que se ve tirado en la calle. Ese hombre es con frecuencia la excepción. Los desórdenes por el uso de alcohol son permeables en nuestra sociedad».