Desde que se anunció su realización, enfrentarse a «T2 Trainspotting» se veía como una tarea muy complicada. ¿Cómo podría sostenerse al lado de un verdadero ícono popular de los 90? A todas luces, la primera película parece insuperable, en un lugar privilegiado de nuestros recuerdos colectivos para el resto de los tiempos. ¿Acaso puede caer un mismo rayo de genialidad dos veces en un mismo lugar? Imposible.
Por esto, no queda otra más que dejarla ir, soltarle la mano y meterse de lleno a esta nueva historia que trae a todos los que conocimos en 1996. La dirección de Danny Boyle ya es marca registrada en cuanto a ritmos, secuencias y atmósferas matizadas con una banda sonora que cala hondo desde el primer segundo. Pero bueno, eso ya lo sabíamos gracias a la primera película.
Lo que cambia es el cómo se abordan los queridos protagonistas. No es solo el regreso a Edimburgo de Mark Renton (Ewan McGregor) 20 años después de traicionar a sus amigos. Tampoco es la forma en la que Simon «Sick Boy» Williamson (John Lee Miller) sigue ejerciendo en los “bajos fondos” de la ciudad. Ni la ira y ansias de venganza de un fugado Francis Begbie (Robert Carlyle). Tampoco el espiral de adicción del que (aún) no sale Daniel «Spud» Murphy. Cada uno de ellos deja de ser esa caricatura unidimensional del primer relato y pasan a ser personas de carne y hueso. Con miedos, inseguridades, momentos de relajo y complejidades como la de cualquier hijo de vecino.
De todas maneras, a no engañarse: «T2 Trainspotting» no deja la nostalgia de lado. Es una herramienta para recordarnos de dónde conocemos este mundo. Las referencias se hacen necesarias, pero en ningún momento entorpecen lo que se nos quiere contar en este 2017 sobrecargado de información y metalenguaje. La historia se alimenta de estos antecedentes y nos revela más de algo que la primera pasó por alto.
Estos cuatro tipos en sus cuarentas que se enfrentan a la muerte, el colapso, la decepción, la oportunidad y la traición componen una familia disfuncional que tiene sus lazos intactos, aunque escondidos por todo lo que se hacen entre sí. Y es este lazo el que le da una luz de esperanza a la caída en picada que nos presenta esta secuela. No todo es terrible, siniestro y sin solución. Basta con recordar lo esencial que los une para tener esperanza y mirar el desenlace sin ninguna gota de amargura. Como el volver a casa después de haber dado vueltas sin encontrar lo que querías. Como ponerle reset a tu vida. Comenzar de nuevo con «Lust For Life» de fondo.