PUNTERO FANTASMA

Venezuela: eterna promesa desde hace medio siglo

Cuando en 1967 Chile llegó a Uruguay para disputar el 29° Campeonato Sudamericano, ya no ocupaba el sótano del fútbol regional donde habitó durante largas décadas. Tras el brillante Mundial disputado en casa, La Roja por fin se había asentado en la medianía continental junto a equipos como Paraguay o Perú (y tal vez Colombia y Ecuador).

Durante esa década, además, se consolidó la presencia en estos torneos de selecciones que estaban incluso un par de escalones más abajo que nosotros: Bolivia (curiosamente, campeón sudamericano vigente) y -por sobre todo- la recién llegada Venezuela. Ocupando una camiseta negriamarilla sospechosamente parecida a la de Peñarol, los caribeños harían en Montevideo su debut en estas citas.

Nadie sabía bien qué esperar de un equipo que representaba a un país extraño para el fútbol, donde no era ni de lejos el deporte más popular. Su estrafalaria liga semiprofesional contaba con 10 equipos; la mayoría representaba a las colonias residentes en Caracas, tanto así que el reglamento sólo autorizaba a los clubes a alinear a 2 venezolanos como titulares en cancha (!). Los enviados especiales, de hecho, sospechaban que varios jugadores de ese plantel eran extranjeros cuchufleteados.

“Bolivia ya no está solo tiene ahora la compañía de Venezuela y, salvo sorpresas mayúsculas, librarán entre ambos un campeonato aparte: saber a quién le pueden hacer un gol e ir especulando en que les metan un gol menos que a su adversario”, vaticinaba revista Estadio.

Así llegamos al 18 de enero, día en el que la selección de Venezuela jugó el primer partido oficial de su historia. ¿Su rival? Chile, encabezado por Rubén Marcos, Elías Figueroa e Ignacio Prieto. ¿El marcador? 2 a 0 a favor de La Roja, con goles de Marcos. ¿El partido? Una lata.

Así lo describió Julio Martínez, quien estuvo esa tarde en el estadio Centenario. “Venezuela se nos antojó un equipo de escolares poco aventajados, que aún están rumiando una disciplina que para muchos todavía constituye un problema. Mostró ingenuidad en todas las líneas. ¿Por qué se ganó? Porque el fútbol chileno es superior al venezolano, con ambición conjunta y sentido de equipo. Se ganó bien a un rival débil, entusiasta y acaso demasiado vehemente. Cuando Chile se aproximó a su nivel de fútbol, no sólo salieron los dos goles, sino que pudieron venir otros”.

Al cabo, Venezuela igual se llevó un saco de goles del torneo (16 en total), pero se dio el gusto de ganarle 3 a 0 a Bolivia para no acabar colista del Sudamericano que acabaron ganando -para variar- los locales. ¿Chile? Un tercer lugar con gusto a nada.

Para JM, el balance venezolano fue prometedor: una tendencia al fútbol limpio, ofensivo, con indicios de talento y ciertas audacias ante rivales superiores. “Venezuela terminará por conseguir lo que se propuso al intervenir en este Sudamericano: demostrar que también sus jugadores nacidos en casa tendrían el camino abierto si sus propios reglamentos no limitaran tanto sus posibilidades. No cabe duda de que con el paso de los años, de poder dedicarse esos criollos como lo hacen esos otros mercenarios contratados, estarán capacitados para ir reemplazándolos”.

Fotos: revista Estadio.


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