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Brujería en el Teatro Teletón: Greñudos, brujos, marihuanos

Repasamos una inolvidable noche de gran metal.

Por Patricio Jara
Fotos: Cristian Carrasco y Manuel Cabezas

Brujería se presentó por primera vez en Chile el martes 31 de enero de 2006. Entonces habían pasado seis años de la publicación de Brujerizmo, su último álbum, sin embargo su visita constituía la novedad de la primera vez. Fue un concierto caótico, intenso, brígido. Desde entonces sus shows han sido habituales y habituales también los momentos de tensión: desde un encuentro de hinchas del Colo y de la U que se resolvió de la peor manera, un retraso de más de dos horas (con el rumor de que no iban a tocar) hasta la batalla campal del año pasado, cuando una turba quiso entrar en avalancha y corrieron los palos y los fierrazos y la sangre.

Para este año, sin embargo, las cosas estuvieron más tranquilas. La productora aprendió la lección y se aseguró de disminuir los riesgos. Así, por fin, lo importante sería la música. Ni siquiera la presencia del pastor Soto grabando un programa de televisivo alteró las cosas mayormente (salvo el instante cuando se hizo visible asomado en un palco y causó una lluvia de latas de cerveza).

El Teatro Teletón es, de seguro, la mejor sala de conciertos que hay en Santiago. Por los accesos, por su limpieza y, desde luego, por su acústica, la cual cada una de las bandas del cartel supo aprovechar lo mejor posible. Dezastre Natural hizo un show bien armado. Es una banda joven y sabe canalizar la energía. No quieren demostrar más de lo que son y su metal moderno, con vetas hardcore y fraseos que no le temen rozar al rap, hacen que la mezcla funcione.

Luego vino el turno Dorso, que por estos días afina los detalles de Gore & Roll, su nuevo álbum, del cual mostraron el tema que titula la placa. Dorso tiene repertorio para cuatro horas si quisiera. Dosificaron bien y tomaron lo esencial de su discografía, aunque la base fue, desde luego, El espanto surge de la tumba (1993), aquel álbum fundamental para entender el desarrollo del metal chileno.

La primera banda de metal chilena que publicó en formato CD fue Torturer. En 1991 el sello francés Infest editó su demo Kingdom of the Dark y el hecho no hizo más que confirmar que se trataba de uno los nombres más promisorios de aquel momento. Los nacidos en Ñuñoa entonces hacían un death metal clásico, sin embargo al escucharlos hoy, veinticinco años después, cualquier referencia sobra. Conjuro IV, su disco reciente, es una suma de estilos, capa por capa, enfocados a un sonido que sólo te lo da el paso de los años. ¿A qué se parece Torturer? No lo sé.

Lo que sí sé es que si la banda hoy suena como nunca sonó no gracias únicamente a las bondades de la tecnología ni a la calidad de los equipos a los que pueda acceder. Canciones como “Arachnophobia”, grabada modestamente en un promo tape a inicios de los 90, se te quedan en la memoria porque su forma, la energía con que estaba hecha, fue capaz de sobreponerse a las limitaciones, incluso a la inexperiencia. Hubo que ver a un grupo numeroso de dinosaurios que la coreó y la cabeceó de principio a fin. Un set contundente, aplastante.

Si hay algo que caracteriza a la forma de trabajar de Brujería es que la banda está en constante rotación de integrantes, entre los cuales Juan Brujo, su vocalista, es la pieza articuladora desde su fundación. De hecho, sus presentaciones en Chile han tenido esa variedad. Uno más, uno menos, la relación de los californianos con su público nacional no cambia. Es de esas lealtades a toda prueba, aunque da la impresión que sus seguidores se toman las cosas más en serio que la propia banda. En vivo, Juan Brujo y compañía siguen dando pasos de baile, intentos de coreografías o bien hacen bromas con la contingencia. En este caso, con Metallica que a esa hora tocaba en Lollapalooza.

Brujería debe ser una de las pocas bandas del underground globalizado capaz de congregar a un público realmente diverso y transversal (el sábado hubo realmente de todo) y por lo mismo su show pudo haber sido una buena instancia para escuchar en vivo lo mejor y más representativo de Pocho Aztlán, el disco más reciente de los californianos. Pero el fuerte estuvo, un vez más, en los clásicos. Una lástima, pues el material que publicaron con Nuclear Blast tiene de sobra para ventilar un poco el repertorio.

Fue una noche tranquila. Aunque un show armado con lo justo: nunca más volvió Fantasma, nunca más volvió Pinche Peach, las otras voces de Brujería que le han dado tanta identidad.

¿Es aún Brujería una banda grindcore? A veces. Tiene momentos. Y esos momentos son extraordinarios. Esta vez las guitarras estuvieron a cargo de un conocido músico chileno y su trabajo fue impecable. Más aún cuando resuelven con lo esencial: una guitarra, bajo, batería y dos voces (Brujo y Sangrón). Dicen que el verdadero grindcore debe tocarse así. Si no, es trampa.


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