Terrorismo… Es el concepto que se tomó la agenda de la carrera presidencial y que abre dos caminos para entender o intentar entender el llamado conflicto mapuche. Para el senador Alejandro Guillier y la candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, la seguidilla de atentados en la Araucanía que terminaron con camiones quemados en plena ruta 5, no son actos de terrorismo. Para Sánchez, “hay delitos, hay violencia y es lo que se tiene que detener”. Algo distinto al ángulo del propio Gobierno que respalda la Ley Antiterrorista en la quema de camiones, una resolución muy celebrada en la oposición, especialmente por ex Presidente Sebastián Piñera quién ironizó preguntando en qué país vivían Guillier y Sánchez. ¿Por qué no van a La Araucanía? preguntó Piñera en una conferencia de prensa e indicó que los últimos atentados incendiarios “son actos que apuntan a aterrorizar a la población de La Araucanía, y eso se llama terrorismo”.
Claro, según la Real Academia de la Lengua, terrorismo es dominar por el terror, también una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror y, por último, una actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos. Más allá de que calcen o no estos términos para describir el conflicto mapuche, lo cierto es que hay detrás de todo esto una historia y un contexto que hacen necesario mirar la panorámica de una manera distinta. Para no caer en otra definición, la que se le atribuye a Albert Einstein para describir la locura… “Locura, decía, es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes”…