Martes 22 de diciembre de 1959. Esa noche, casi navideña, apenas cinco mil valientes se reúnen en el Estadio Nacional para ver un partido entre Santiago Wanderers y Deportes La Serena. ¿Por qué diablos juegan ahí? Disputan, ni más ni menos, el título de la Copa Chile, en la primera final provinciana de la historia de nuestro fútbol profesional.
Ese torneo se había jugado a toda carrera una vez acabado el campeonato oficial, reuniendo a equipos de Primera, Segunda, el torneo regional del sur y algunas selecciones amateurs. Las rondas definitorias de este engendro tuvieron lugar a partido único en Santiago, cosa de garantizar la presencia de al menos algún club capitalino en la final.
Sin embargo, la realidad se opuso a esos sueños: en una sorprendente reunión doble de semifinales, la U. de Chile cayó 2 a 3 ante los papayeros; luego, los caturros vapulearon 4 a 0 a Colo Colo. Y así se llegó a esa final en un estadio semivacío, donde Wanderers dio una solitaria vuelta olímpica tras golear a La Serena, que por cierto hacía apenas un mes había descendido a Segunda.
“5-1 fue un desenlace que le restó jerarquía a esta final de Copa. Se la restaron también el marco y la indiferencia del público por la suerte de los rivales. Y nada aportó a la jornada de clausura de la Copa la definición del tercer puesto. Lo único interesante de este lance vino a constituir la especulación sobre la imposibilidad de Colo Colo de ganar a Universidad de Chile este año: se enfrentaron cuatro veces; tres ganaron los azules y una empataron Porque tampoco en esta oportunidad pudo el subcampeón cobrarse desquite de su adversario”, escribió Antonino Vera, aludiendo a la electrizante definición del título de Primera de ese año.
Wanderers, al mando del DT argentino José Pérez, había acabado tercero en el torneo oficial. Para Julio Martínez, el club porteño era un ejemplo de cómo los cuadros de provincia bien podían nutrirse sólo de jugadores locales.
“Pérez sabe trabajar la semilla y por eso Wanderers mantiene esa característica que lo convierte en candidato permanente y rival temible. Puede que el fútbol de Wanderers no sea del todo gustador. Puede que en muchos momentos se defienda con escasa galanura. Es cierto. El elenco caturro recurre en ventaja a todos esos recursos que restan simpatía al juego y exasperan al adversario. Pero injusto sería desconocer que año tras año viene brindando una renovación poco común, sin recurrir a contrataciones ni transferencias de ninguna índole. Toda su gente sale de Playa Ancha”.
Para muchos, esa desolada definición en Ñuñoa demostraba que la Copa Chile era un cacho. La Asociación Central de Fútbol debió salir a defenderla, argumentando que se trataba de “una competencia experimental”, cuyos reglamentos podrían ir cambiando con los años para motivar más a los clubes y al público. Y, en verdad, este torneo fue mutando de formato -y de nombre- una y otra vez, casi siempre asumiendo su condición de relleno.
Fotos: revista Estadio.
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