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Testament y Nile en Chile: En hermandad nosotros cantamos, sentimos y vivimos mejor

Hector Muñoz |

Por Javier Sandoval

Ayer fue un día bastante especial para los seguidores del metal en nuestro país, y no sólo por el esperado anuncio del debut de King Diamond por estos lados, sino porque también presenciamos uno de los espectáculos más prometedores de la temporada, uno que mezcló la intensidad más brutal del death metal junto con la clase y potencia del thrash. Dos potencias estadounidenses como Testament y Nile quienes, en compañía de los locales Massive Power, nos hicieron conectar con el lado animal que todos llevamos dentro. No importaba la edad o nacionalidad; todos éramos uno. Estábamos en familia y así disfrutamos más.

Abrir un show de estas características conlleva varios factores, siendo la mayoría de estos negativos, mucho más si se es chileno y under. No sólo sabes que tocarás ante poca gente, sino también eres una especie de “conejillo de Indias” respecto al sonido y cómo éste se ejecutará, sin embargo los locales de Massive Power supieron cómo dar cara frente a cualquier inconveniente y abrir los fuegos del concierto.

Si bien el quinteto thrasher tuvo algunos momentos de descoordinación, lo más destacable fue el hambre de rock and roll que mostraban. Les dieron un claro mensaje a los asistentes de que lo entregaron todo, desde lo figurado hasta lo literal, ya que incluso lanzaron cassettes a la cancha. Brindaron un espectáculo corto, pero entretenido, motivante y con la energía justa para prender a quienes estaban en el Caupolicán y, quizás, aún estaban agotados tras una jornada laboral.

Esta especie de festival metalero estaba notoriamente cargado al thrash, por lo que no era de extrañar que Nile jugara de visita, no porque el público estuviera en su contra, sino porque fue notorio que éste tardó en conectar con los liderados por Karl Sanders. Con sólo instalarse sobre las tablas, Nile ya comenzó a  irradiar algo, quizás respeto, actitud o la consagración de una propuesta instalada en su puesta en escena y que quedó clara con los primeros riff llenos de death metal de “Sacrifice Unto Sebek” o “Kafir!”.

Por más fuerte que se escucharan sus canciones, me atrevería a decir que fueron quienes mejor sonaron. Fueron una verdadera aplanadora que reflejó el lado más salvaje de la técnica y que, por más “masa” que pareciera, cada detalle y misticismo egipcio se percibió a cabalidad. Era cosa de oír toda la épica en las interpretaciones de “Sarcophagus” o “Black Seeds of Vengeance”.

Lo que Testament mostró no fue el típico recital de thrash, ya que los encabezados por Chuck Billy no son una banda típica, y cómo serlo, si su columna vertebral está liderada por los dioses del género Steve Di Giorgio en bajo y Gene Hoglan en batería, a lo que si le sumamos los guitarristas Eric Peterson y Alex Skolnick tenemos como resultado una alineación que no tiene nada, pero nada que envidiarle a un Big 4.

Eran casi las 22:30 hrs cuando Testament atacó con “Brotherhood of the Snake” y “Rise Up”, temas que por más nuevos que sean (pertenecientes a su último y penúltimo álbum, respectivamente) prendieron a los asistentes. La voz de Chuck fue capaz de llenar cada espacio habido y por haber en el teatro, la que a momentos se escuchaba como una sola cuando se conectaba con la nuestra mientras cantábamos hasta no poder más «More Than Meets The Eye», «Electric Crown» o la ampliamente aplaudida «Low».

Cada músico de la banda californiana generaba un propio espectáculo debido al carisma irradiado, los que fueron explotados con los solos de instrumentos que ellos daban, siendo el de Steve Di Giorgio una verdadera cátedra, haciendo parecer todo tan fácil. El ex miembro de Death y Sadus también alabó al público chileno por la entrega y el caos rampante generado en momentos como «Practice What You Preach», «The New Order», «Over the Wall», «Alone in the Dark» o «Disciples of the Watch», tema con que cerraron.

Este show fue vivido en familia, en hermandad, en fraternidad. Todos unidos coreando, izando cuernos al cielo y recordando que sólo en Chile una canción como “Into the Pit” logra reflejar la pasión con que vivimos el metal. Daba igual la edad. No importaba si recién descubriste la Metallica ochentera o si pudiste ver a Rust en el Manuel Plaza, a la hora de ver un evento tan bueno como el que Massive Power, Nile y Testament brindaron la unidad se hace fuerte. Por unas horas, y en plena semana laboral, nos sentimos bien, felices, más jóvenes de lo que somos, recordando esa eterna juventud de pelo largo y camisa de mezclilla que nunca debemos dejar de lado.

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