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Abigail, ese pequeño monstruo

Hector Muñoz |

Por Patricio Jara

Fue el disco con el que King Diamond demostró que su proyecto iba en serio. Luego de la buena acogida que tuvo Fatal Portrait (1986), el danés dio forma a un álbum clave en su carrera: además de reconocido por su mérito narrativo, capaz de contar una historia de principio a fin, Abigail confirmó un sonido. King, que antes de cantar fue guitarrista y en paralelo se tituló como laboratorista químico, se había alejado de Mercyful Fate por diferencias musicales con el compositor Hank Shermann y esas diferencias ahora eran la parte central del nuevo álbum: sonaba más pesado, más rápido, más complejo y, también, según en lo que en 1987 podía considerarse, más moderno, con un tronco compuesto por canciones hasta hoy emblemáticas: “A Mansion in Darkness”, “The Family Ghost” y “The 7th day of July of 1777”, todas además fundamentales para sus shows en vivo.

Con Abigail (la criatura maldita, el pequeño monstruo que no deja en paz a la pareja que habita esa mansión en oscuridad), King quiso llegar más lejos que con todo lo que hizo en Mercyful Fate. Esa era su idea. No sé si entonces lo logró a cabalidad. La discusión puede ser larga. Pero sí está claro que tuvo más y mejores oportunidades que con su antigua banda. Abigail fue apoyado con un tour de setenta fechas por Europa y Norteamérica. Musicalmente, es un trabajo tan ambicioso y compacto que la banda dejó fuera material extraordinario, como “Shrine”, porque no calzaba dentro de la historia que estaban contando y la canción quedó como lado B del maxi-single The Family Ghost.

King Diamond es esa clase de bandas que ponen en jaque las definiciones de los géneros. ¿Es heavy metal? Claro que sí. ¿Pero de qué clase? ¿En cuál disco? ¿Y las letras? ¿Son black metal? Entre más demoremos en ponernos de acuerdo, más crece su aporte musical y éste, desde luego, se va acomodando a las épocas. No es lo mismo escuchar a King Diamond en su prehistoria, como parte de Mercyful Fate, que haberse topado de golpe con la chica envuelta en llamas que ilustra su debut (si es que antes no quedaste de una pieza con “No Presents for Christmas”, lo primero que publicó en 1985). Y aún así: hay toda una generación para la cual el clip de “Welcome Home” los llevó de cabeza al Them (1988) y luego hacia atrás.

No conocemos a King Diamond en vivo. No al menos aquí. Algunos vieron a Mercy hace varios años. Pero allí están los registros en vivo: el crudo In Concert-1987 y el sobrio Deadly Lullabyes Live, de 2004. Me quedo con el primero. Seco, caótico, sin trucos ni maquillajes y lleno de gloria hasta en los momentos más extravagantes (¿quién diablos grita a los 0:42 en “The Portrait”?) o bien cuando no llega a las notas altas (a los 2:13 de “Come to the Sabbath”), pero es tal la locura que irradia el show que da lo mismo.

Entre 1986 y 1990, King Diamond publicó cinco álbumes de estudio (aparte de los mencionados, los últimos de esa etapa incluyen a Conspiracy y The Eye). Todos con el sello Roadrunner. Fueron los años más productivos y en los que fijó su nombre y su sonido en el imaginario de los fans alrededor del mundo. El show de este domingo estará enfocado en ese material. Es el show que nos debía.

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