Por Jorge I. Lagás
Fotos: Roberto Vergara / Ignacio Orrego
El anecdotario de los conciertos en Chile tiene anotado que en 1997 Def Leppard iba a tocar por primera vez en nuestro suelo, pero a última hora todo se derrumbó y quedó como esas vergüenzas históricas que tienen que ser reparadas. Veinte años tuvieron que pasar para que pudieran tener su revancha. Les tocó como como cabeza de cartel cerrando un festival grande como el Stgo Rock City, en un estadio ante más de 30 mil personas, siendo que la caída del ‘97 había sido por poca convocatoria. Las vueltas de la vida.
Parece el guión de una película con final feliz, porque además de esa torcida de mano en cuanto a sus visitas a Chile, Def Leppard tiene una historia llena de momentos complejos de los que se tuvieron que levantar: el accidente en que su baterista Rick Allen pierde un brazo en 1985; la muerte de su guitarrista Steve Clarke en 1991; y el cáncer de su actual guitarrista Viv Campbell hace pocos años. Situaciones que harían tambalear la carrera de cualquier banda, pero a las que este quinteto se sobrepuso con clase y ganándose la fama de “duros de matar”.
Por otra parte, el mismo festival Stgo Rock City también parecía ser víctima de alguna especie de mal de ojo respecto a su segunda jornada. Se cayeron algunos nombres del cartel como Aerosmith (pocos días antes), Ratt y L.A. Guns, todos por motivos de salud. Para colmo, la lluvia del sábado amenazaba con aguar las ganas de los que se entusiasmaran a última hora. Pero ante todo eso, Def Leppard se echó el equipo al hombro y asumieron la tarea de cerrar ese día, que completaban además Marky Ramone (gran set ramonero del sobreviviente de la leyenda punk), Tyler Bryant & The Shakedown (revelación y los que más salieron ganando al tocar los dos días) y Kuervos del Sur, ante quienes nos sacamos el sombrero por lo aperrados de abrir a una hora difícil y darlo todo.
Como dicen algunos hinchas del fútbol, “sin sufrir no vale” y esa parece ser la premisa histórica de los curtidos Def Leppard, así que finalmente después de tanto pujar, los teníamos tocando en un escenario nacional, específicamente el del Estadio Monumental. Lo que llamó la atención desde el principio fue el imponente sonido, de lo mejor en ese sentido en todo el festival y en cuanto a conciertos en general en estos últimos años. Fuerte y claro, como debe ser, destacando el juego de guitarras entre Phil Collen y Viv Campbell; el carisma de Joe Elliot, obviamente sin la misma voz de hace 30 años, pero cumpliendo bien; el simple pero efectivo bajo de Rick Savage, que parece que nunca renovó el closet después de 1987 y hasta tiene la misma chasquilla; y la batería de Rick Allen, que terminó ovacionado de pie cuando se mandó un solo con su único brazo y a pies pelados, trayéndonos varias reflexiones de corte teletoniano (“uno cree que tiene limitaciones y mira lo que hace este…”) o de tipo Nicolás Massú (“nada es imposible hueón, ni una hueá”).
El repertorio se centró en su época dorada de los 80, mayoritariamente en el disco ‘Hysteria’, que este año cumplió 30 primaveras, de ahí tocaron hits como ‘Animal’, ‘Rocket’, ‘Pour some sugar on me’, ‘Armageddon it’, ‘Love bites’ y la que da nombre al álbum. Pero también hubo espacio para el ‘High and dry’ de 1981, con ‘Let it go’, ‘Bringing on the heartbreak’ y ‘Switch 625’; para el ‘Pyromania’ de 1983, de donde aparte de ‘Foolin’’, se dejaron para el final ‘Rock of ages’ y ‘Photograph’; y para el ‘Adrenalize’ de 1992, de donde salió ‘Let’s get rocked’. Además abrieron con una de su último disco homónimo de 2015, ‘Let go’, a la que le sumaron ‘Dangerous’, también de esa placa, y sonaban bastante competentes y en concordancia con el estilo clásico de la banda, así que es bueno saber que su presente tiene buena salud.
Def Leppard probó su calidad, una que fue puesta en duda en algún momento por el marketing noventero del grunge, que trataba de hacer ver todo el rock de los 80 como malo, y por supuesto no era así, había de todo y Def Leppard era de los buenos. Un cierre de buena altura para este festival, costó pero se pudo. Y considerando que además vimos a The Who, se sigue acortando la lista de los grandes que nunca han venido a Chile (¿para cuándo Van Halen?), así que a ver qué viene para adelante.