Por Rainiero Guerrero
Con aciertos y errores se transformó en un personaje, de esos que no acostumbramos a tener. Su delirio y pasión argentina de sangre tana, era una marca registrada y que encontró su epítome en un acto que salió del corazón y que posiblemente nos cambió a todos: «chupete la con… de tu hermana, te quiero ver papá», le gritó Bonini a Suazo cuando la selección regresaba al campo de juego en esa histórica tarde de Marcelo Salas en el Centenario de Montevideo.
La frase caló y se transformó en grito de guerra, arenga ferveciente, chiste nacional; pero también el despertar de una nueva era porque en ese grito más que una llamada de atención a un jugador había una segunda lectura que nos comenzaba a sacar miedos intrínsecos de nuestro fútbol. Luis María Bonini tenía eso de llevarse el mundo por delante y se lo hizo saber a todos.
Se ha ido un verdadero personaje tardío en nuestro fútbol, que llegó como escudero de Marcelo Bielsa en una quijitesca misión que terminó dando los frutos más dulce que recuerde el balonpie chileno. Nacido en Argentina, revivió en Chile y en este suelo se fue, dejando vivo el recuerdo de un hecho que sería parte fundamental del cambio que vino.
Bonini… ¡te queremos ver papá!