Te compartimos este artículo escrito por Christopher Krovatin en Noisey.
Decir adiós a Slayer mientras este ícono del thrash metal se prepara para embarcarse en su gira final es triste, pero es lo correcto.
Para la mayoría de los fans del metal, todo se reduce a una sola banda. Quizá es la banda que te inició cuando el consejero te prestó su álbum en el campamento de verano, o son los chicos que tocaron el concierto que cambió tu vida para siempre. Quizá ni siquiera sea tu banda favorita actual, es posible que haya otros que desde entonces los destronaron en tu corazón. Pero a final de cuenta, esta banda define lo que el metal es para ti.
Para mí, esa banda es Slayer, el clásico del thrash metal más sucio de los Grandes Cuatro (Anthrax, Metallica, Megadeth y Slayer). Impregnados en Satán, locura y riffs que suenan como capiteles en iglesias medievales, Slayer siempre será el soundtrack de mi lucha diaria contra el mundo. Esto es porque Slayer, como yo, no es para todo el mundo; sus obsesiones con el mal tanto bíblico (el infierno, la condenación, el fin del mundo) como tangible (la guerra, los asesinatos en serie y los horrores del Tercer Reich) se combinan para formar una descripción mordaz de la sociedad que asusta a los guerreros de fin de semana y desalienta a cualquiera que se considere un adulto (idiota). Slayer es mi corazón, latiendo en las manos del esqueleto con armadura que acaba de arrancarlo, quien lo sostiene sobre un tambo de basura en llamas.
Así que, cuando Slayer anunció a principios de este año que —Tom Araya, Kerry King y los nuevos chicos Gary Holt y Paul Bostaph, ambos veteranos de la banda amiga de los Cuatro, Exodus— iniciaría su tour final para retirarse, podrías pensar que estaba destruido.
Ilustración por Chris Krovatin
Pero, de hecho, me sentí aliviado. Como banda, Slayer hizo todo lo que debía hacer y se convirtió en algo más grande que lo que la naturaleza simplista de la industria permite. Lo que es más, el tiempo, espacio y dinero que logró una banda como Slayer pueden ser usados como impulsores por otras bandas. Slayer hizo su trabajo. Es momento de irse.
En papel, es un tanto asombroso que Slayer haya llegado tan lejos. Slayer es la banda extrema más grande del mundo, que evolucionó en un monstruo de éxito sin querer. Seguro, los puristas del metal se quejarán de que los riffs y la temática del Repentless (2015) no fueron tan hostiles como el Hell Awaits del 85, pero muchos de estos detractores se han insensibilizado por el torrente anatómico del death metal y la blasfemia insípida del black metal.
La verdad es que, a lo largo de toda su carrera, Slayer nunca ha escrito una canción sobre algo más leve que odiar a alguien hasta el puto día en que te mueras. Slayer no tiene una “Home Sweet Home” o “I Was Made For Loving You”; lo más parecido a eso fue “Desire” en el Diabolus In Musica de 1999, la cual sigue siendo perturbadora, porque trata sobre cogerse a un cadáver.
Además, Slayer se ha convertido en algo mejor que una banda: es una cosmovisión. Su sonido y estética representan un sentimiento específico que el metal nos inspira, una mezcla de oscuridad y gran confianza. Slayer es el color rojo salpicado con negro y viceversa, la furia física inherente que hierve en tu sangre y quema las emociones etéreas como el optimismo y la paciencia. El mismo nombre de la banda es un grito de guerra.
Es momento de que Slayer demuestre a las bandas que influyó que puede hacer el gesto del metal definitivo: morir.
Esto vivirá en la música, el arte y la historia de Slayer por siempre, y no necesita ser reclamado y recuperado, como alguna vez lo hizo Metallica. Entonces, ¿por qué seguir haciendo álbumes para demostrar algo que ya te ganaste a riesgo de seguir malos consejos y envenenar el ambiente? ¿Por qué no renunciar sin haberse comprometido nunca?
Finalmente —y esta podría ser una opinión mal recibida— Slayer necesita hacer espacio para la siguiente generación de bandas. A menudo, los metalheads arrastran la historia del género con ellos, rehusándose a abandonar sus obsesiones con músicos que ya terminaron sus días salvajes con los que fantaseamos. Es por esto que consideramos bandas como Behemoth y Darkest Hour “modernas” a pesar de que llevan toda la vida existiendo; simplemente son más jóvenes que las viejas bandas.
Estos grupos necesitan espacio y recursos para convertirse en grandes, y luego terminar bajos sus propios términos. Es momento de que Slayer demuestre a las bandas que influyó que puede hacer el gesto del metal definitivo: morir.
Algunos podrán decir que Slayer murió junto al guitarrista Jeff Hanneman en 2012, y que la banda debió haberse disuelto en ese momento. Y sí, como fan, también tengo una opinión. Hanneman no sólo fue el compositor más prolífico de Slayer, sino también el miembro que más consagró su mentalidad extraña y psicológica de marginado. Sin él, el material de la banda —y sus decisiones— parecen cuestionables.
Pero los chicos de Slayer necesitaban saber que no podían continuar sin Hanneman, y ahora lo saben. Terminar tu carrera con un ‘y si hubiera’ es una forma equivocada. Eso sólo da oportunidad a realizar una gira de reunión o, incluso algo peor, un álbum del regreso.
Con suerte, eso no sucederá. Al igual que con otras bandas de heavy metal geniales —Black Sabbath o Motley Crue—, Slayer ganará un chingo de dinero con este tour final, lo suficiente como para que los miembros de la banda no quieran verse con el resto después. Es una buena manera de acabar: sentarse en un montón de dinero sin el deseo latente de tocar en vivo. Si todo ocurre como lo planeado, la banda le demostrará a los cínicos que estaban equivocados al no intentar hacer más presentaciones en vivo o un álbum final. Mejor desconcertar a la gente desapareciendo que decepcionarlos regresando.
Mirar el final de algo es difícil, porque nos recuerda que nosotros tenemos fin también. El final de Slayer significa que una parte de mi vida ya pasó, es un recuerdo, como muchas otras cosas buenas que a veces deseo recuperar. Pero los finales son importantes, porque cuando algo termina, se convierte en lo que siempre será.
https://youtu.be/FaHUqcG_L9w
En redes sociales, veo a muchas personas publicando tributos a músicos fallecidos en sus cumpleaños; yo, por otra parte, sólo hago esa especie de homenaje el día que la persona murió. Esta persona nació sin ser nadie, como todos, pero murió siendo alguien. Cualquier idiota puede nacer. El cómo uno muere, y el legado que dejas atrás, es lo que en verdad importa.
Slayer ha llegado a su inevitable fin. Hizo todo lo que pudo, y por eso Tom, Kerry, Jeff, Dave, Paul y Gary pueden descansar tranquilos sabiendo que nos hicieron sentir menos solos. Slayer siempre estará con nosotros, en la sangre y la furia que surgen a través de las venas del metal durante sus momentos más oscuros. Gritemos su nombre una vez más y vamos a darle el funeral impío que se merece.