Por: Rainiero Guerrero
Fotos: Roberto Vergara
Fueron dos horas de rock y baile, nada distinto a lo que prometió hacer Josh en su llegada a Santiago abriendo los fuegos de la gira sudamericana del Villains Tour, puntapié inicial que contó con el apoyo de Alain Johannes junto a los hermanos Foncea en una potente y densa presentación del nuevo hijo pródigo de Chile, el “new kid in town”, el grado más cercano entre nosotros y toda la escena del rock en el norte del continente. Un concierto que repasó buena parte de la historia de QOTSA, que arrancó en 1998 con su primer disco de estudio. «Villains», «… Like Clockwok», «Song for the Deaf», «QOTSA», «Era Vulgaris», «Lullabies to Paralize» y «R» fueron los responsables de la extracción de material seguro, reconocible y nuevo también.
Josh Homme plantea una comunicación sincera hacia el público y un mensaje unificador, incluso de cuidado entre cada uno de los que estaban en la audiencia, con especial atención hacia las mujeres. El gigante Josh se redime de buena forma de sus pecados. Se mueve y se pasea por el escenario; fuma si es necesario y sigue la próxima canción. Es dueño de su espacio y su ser que le permiten realizar un performance brutal y fina, ruda y elegante, rockera y sensual. No hay miedos para avanzar en los estilos y formas que a ellos los hacen sentir bien y el público lo entiende. «Villains» (2017) contó con la producción de Mark Ronson (Bruno Mars, Robbie Williams, Duran Duran, Paul McCartney). Hablamos de músicos que vienen de las escuelas más pesadas de la música del último tiempo (Kyuss, A Perfect Circle, entre otros). Mosh pit y caderas bailantes, todo al mismo tiempo, casi al ritmo de una disco con bola de vidrio que mantiene la esencia del sonido que todos queremos seguir entendiendo como rock.
David Fricke, escritor senior de la revista Rolling Stone dijo a propósito del estado actual del rock “en cada rincón del mundo está pasando algo y es nuestra misión correr el foco nuevamente hacia ese lugar, ir tras eso que está pasando”.
Serán las nuevas generaciones que anoche vieron (y verán en todo el mundo) un show de rock, un espectáculo de rock amplio y sin límites las que avanzarán reforzando el ideario de que tomar una guitarra, un bajo, una batería y armar una banda de rock es aún viable como proyecto de vida, en medio del cabizbajo entramado que hoy sacude al estilo que se niega a morir mientras existan bandas como Queens of the Stone Age.