“Fui considerada como una de las grandes estrellas mundiales y, sin embargo, no soy nada. Siempre tuve esa lucidez. Mi sueño es regresar al anonimato completo”: decía la diva del cine francés.
«Sin los animales, me habría suicidado», confiesa Brigitte Bardot en «Larmes de combat» (Lágrimas de combate). A los 83 años, después de haber sido la mayor estrella del cine francés y un ícono mundial del sex-appeal, la célebre BB admite que la decepción causada por la crueldad de los seres humanos la llevó varias veces al extremo de su resistencia síquica.
Este fue, en todo caso, un ejercicio necesario antes de desaparecer para ajustar cuentas pendientes, restablecer algunas verdades y, sobre todo, recordar los combates que quedan pendientes por la causa animal, a la cual consagró la mitad de su vida.
Después de esa experiencia, asegura, no volverá a escribir.
Las 255 páginas del libro recién publicado en Francia son, en ese sentido, un testamento íntimo. Después de haberse puesto en carne viva para confesarse ante la periodista Anne-Cécile Huprelle, decidió que no volverá a abrir el desván de los recuerdos.
Algunos apartes de su libro:
La celebridad
«Fui considerada como una de las grandes estrellas mundiales y, sin embargo, no soy nada. Siempre tuve esa lucidez. Mi sueño es regresar al anonimato completo. Me siento prisionera de mí misma. Es cierto que la mayoría de la gente ha dejado de pertenecerse, verdaderamente».
La belleza
«Jamás me sentí hermosa. Recién ahora comienzo a darme cuenta de esa famosa belleza que originó mi éxito. Eso viene de la ortodoncia que debí soportar durante mi infancia, que hacía juego con mis enormes anteojos y mi peinado horrible. Tenía tanto horror de mi físico que, a los 10 u 11 años, decidí asumir mi fealdad. Puede resultar sorprendente, pero no tengo confianza en mí. Todo me aterroriza. Cuando entro en contacto con el mundo exterior, tengo miedo de no poder hacerme entender, de no lograr transmitir el mensaje que deseo».
La popularidad
«Cuando abandoné el cine, no podía más. Es muy difícil soportar el reverso de la medalla. Una frase de Mme. Germaine de Staël resume muy bien la angustia que puede engendrar la celebridad: ‘La gloria es el duelo esplendoroso de la felicidad’. Estoy convencida de que la celebridad destruye. No hay nada más que ver lo destinos de Marilyn Monroe, Rommy Schneider o Marlene Dietrich. La mayoría de las grandes actrices tuvieron un destino trágico. La popularidad es un veneno que me impidió vivir mi vida. Jean Cocteau decía que yo ‘vivía como todo el mundo, pero era como nadie’. Cuando dejé mi trabajo, me sentí salvada. Mi opción por los animales me arrancó de las garras de un destino trágico»,.
La maternidad
«Cuando nació mi hijo, había centenares de fotógrafos al pie de mi casa. El acoso que sufrí desde ese momento fue el origen de un traumatismo irremediable. Y fue Nicolas quien pagó las consecuencias. No pude enfrentar y asumir ese embarazo porque era demasiado joven, demasiado inexperimentada, demasiado activa, demasiado conocida, demasiado inestable. Jamás hay que forzar a una mujer a tener un hijo, aun si el amor viene con los años. Ese acontecimiento tiene que ser un momento de felicidad. Durante la infancia de Nicolas, nuestras relaciones fueron penosas para ambos y luego las cosas se apaciguaron. Como vive en Noruega, me visita una vez por año en La Madrague solo o con su familia. No tiene rencor, a pesar de haber sufrido. No sé si comprendió algunas cosas de mí, de nuestra historia común. Nunca hemos hablado de su infancia. Jamás. En cambio, tengo una excelente relación con mi nieta, Théa. Se interesa mucho por mi vida y mi pasado. El instinto maternal se aprende, con el tiempo y en una vida tranquila».