La banda regresó a los escenarios en el Luna Park.
No hubo prensa ni medio oficial que marcara el retorno de Divididos al Luna Park, no era necesario para la banda de Ricardo Mollo porque desde hace un buen tiempo que decidieron caminar por el lado de la autogestión siempre de la mano de una historia y un recorrido que trazó la ruta que hoy junta y reúne generaciones al otro lado de la cordillera.
8 mil personas llenaron un lugar mítico en la cultura artística y deportiva de la ciudad de Buenos Aires. El Luna Park guarda fantasmas, secretos, voces y sudor de grandes. Carlos Monzón, Ringo Bonavena en el boxeo o incluso el propio Muhammad Alí quien pisó el cuadrilátero para festejar los 60 años de la revista deportiva El Gráfico en 1979. Frank Sinatra y su histórica visita en 1981 que salió a punta de amenazas si no levantaban a la brevedad máxima los restos que quedaba de una feria agrícola que se había desarrollado un día antes. Hay símbolos que no caducan en la sociedad porteña y uno de ellos es el Luna y para todo artista es ¡tocar en el Luna!
Divididos, banda ausente en Chile desde hace cuatro años (última presentación fue en el Festival Frontera de 2014), prepara lo que será el relanzamiento de sus disco debut ‘40 dibujos ahí en el piso’, grabado completamente de nuevo para presentarlo 30 años después y donde adelantaron ‘Caballos de la Noche’, originalmente llamada La Foca canción sin letra y que tres décadas después encontró las palabras adecuadas y con el sonido que hubiese querido en ese momento Ricardo Mollo y Diego Arnedo pero que la urgencia no permitió. Hoy si es posible y mientras tanto Divididos sale a la cancha para demostrar los pergaminos de ser la aplanadora del rock. Fueron 26 canciones que repasaron buena parte de su discografía con sendos homenajes a Sumo (La rubia tarada, Mejor no hablar de ciertas cosas o El Abasto) y Papo (Sucio y desprolijo). Mollo es uno de los mejores del rock y el blues, derrocha onda y entrega y eso vale más que velocidad y pirotecnia. Diego Arnedo es una avalancha que no deja nada en su paso y la aplanadora se aceita con la pieza fundamental que tiene el nombre de Catriel Ciavarella en batería, el “pibe” que sostiene el ritmo y que si fuera por él, podría estar tocando hasta que salga el sol.
Rock y consignas, pogo y aplausos, calidad y toda la tranquilidad de una banda que se toma sus tiempos sobre el escenario para construir un relato que varía en dinámicas y texturas derribando la cuarta pared para hacer al público partícipe de una celebración, que enmarca los 30 años de carrera de la banda, pero porque son el reflejo de una consecuencia que supo superar varios accidentes en el camino. Como muchos otros, son sobrevivientes a un tiempo y su historia que hoy brilla rejuvenecida y sin daño alguno. Divididos sigue siendo la aplanadora que esperamos vuelva aterrizar por estos lados, con disco nuevo mejor y si no, da lo mismo, no tienen que demostrar nada porque lo suyo fue el rock que se extingue aparentemente en la industria y si nadie sale a salvarlo, aún tenemos Divididos para mucho más.