Mafia rusa, narcotráfico y armamento nuclear: ingredientes de la descabellada historia que cuenta “Operación Odessa”, documental recién estrenado por Netflix.
“Misha, dime algo. Sé que sonará raro. ¿Se puede comprar un submarino militar usado?
“Dos días después me llamó y me dijo ‘¿Lo quieres con o sin misiles?’”.
El que habla es Ludwing “Tarzán” Fainberg, un mafioso de origen ucraniano y protagonista de una de las más insólitas historias del crimen organizado y que resulta demasiado descabellada para ser verdad.
A mediados de la década de 1990, Tarzán, junto a Juan Almeida (playboy estadounidense con vínculos con el narcotráfico) y Nelson “Tony” Yester (fugitivo internacional cubano) intentaron vender nada menos que un submarino nuclear soviético al cartel de Cali. Esa es la desopilante historia que cuenta “Operation Odessa”, documental dirigido por Tiller Russell y estrenado recientemente en Netflix.
Tarzán es un mafioso nacido en Ucrania que llegó a Estados Unidos en la década de 1990 tras la caída de la Unión Soviética. Rápidamente se hizo un nombre en el bajo mundo, más cuando abrió Porky’s, un club nocturno en el que se daban cita mafiosos rusos, narcotraficantes y estrellas del espectáculo.
“Es el lugar más peligroso en el que he trabajado”, dice en el documental “El gordo Tony” Galeota, gerente de Porky’s.
Una de las estrellas que frecuentaba Pork’s era Vanilla Ice. Fue precisamente el rapero estadounidense el que presentó a Tarzán con Juan Almeida, quien rápidamente hizo buenas migas con el mafioso ruso. A ellos se les unió Nelson “Tony” Yester, espía cubano que era buscado internacionalmente por la justicia.
Los tres aprovecharon la caída de la URSS para iniciar un próspero e ilegal negocio de venta y compra de armamento soviético.
“Hubo un momento en el que la ley y el orden se perdieron. Nadie sabía quién estaba a cargo de Rusia”, dice Almeida, para luego contar cómo adquirieron tres helicópteros rusos como quien compra calcetines en una tienda.
“Todo estaba en venta. Era un todos contra todos”, agrega Almeida.
El negocio de los helicópteros les hizo un nombre en el crimen organizado y más aún con el Cartel de Cali, quienes al ver de lo que eran posibles estos tres desquiciados, no dudaron en preguntarles si era posible conseguir un submarino para transportar 40 toneladas de cocaína desde Colombia a Estados Unidos.
Al poco tiempo Tarzán, Juan Almeida y “Tony” Yester estaban en un sauna en Moscú bebiendo vodka junto a miembros de las Fuerzas Armadas rusas y el capitán del submarino que iban a comprar para el Cartel de Cali.
“Me ofrecen una maldita bomba nuclear”, dijo en su momento Tarzán. Una muestra del nivel de corrupción y sin control en el que se encontraba Rusia tras la caída de la Unión Soviética.
“En casi cualquier país que tiene submarinos, Las bases son las instalaciones más vigiladas. Sin permiso no puedes entrar a esas bases, no siquiera si eres miembro de las Fuerzas Armadas”, dice Alex Yasevich, agente especial de la DEA que se infiltró y siguió de cerca la operación.
Contrario a lo que dice Yasevich, los tres mafiosos no tuvieron problemas para que los militares rusos les mostraran el submarino.
“Me sentía el maldito 007. Entré y caminé dentro de un submarino ruso y creo que vamos a comprar uno. No lo podía creer”, dice el fugitivo Yester, quien no podía entender cómo habían ingresado a una base secreta soviética.
Cuando el agente especial Yasevich dio aviso a sus superiores sobre lo que planeaban hacer los tres criminales, se encendieron las alarmas en el Ministerio de Defensa y hasta en la OTAN.
A su llegada a Estados Unidos, Tarzán fue detenido por la DEA. Como una forma de evitar la cárcel, delató a Juan Almeida. Finalmente fue deportado a Israel. Allí se retractó de su declaración y la condena de Juan Almeida fue anulada.
Por su parte, Nelson “Tony” Yester, huyó y hasta el día de hoy es fugitivo internacional del que se desconoce su paradero.