Editorial de Freddy Stock, viernes 06 de abril.
«No porque yo a un gato le pongo nombre de perro, comienza a ser perro». Con esa, digamos, curiosa analogía el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, definió su postura respecto de si los menores de edad, entre 14 y 18 años, pueden ser habilitados o no a cambiar de sexo.
Como se sabe, el lunes próximo la comisión mixta que analiza proyecto de identidad de género sesionará por segunda vez, instancia en la que se espera que el Gobierno determine su postura respecto de los menores. Y en medio del debate, y luego de una actividad en la Universidad Católica, el cardenal católico se despachó la frase. «Más allá del nominalismo, hay que ir a la realidad de las cosas. No porque yo a un gato le pongo nombre de perro, comienza a ser perro». Ricardo Ezzati añadió a Emol que, “El diálogo no es simplemente decir ‘mire yo pienso esto, tú piensas esto otro y se acabó’. Un diálogo verdadero tiene que estar fundado sobre razones que sean, digamos, de humanidad, que respeten la antropología, que busquen el bien de todos”.
Lo de Ricardo Ezzatti es torpe y extemporáneo, una analogía cruel y despótica que pone a niños a la altura de animales. Es la representación de cómo la jerarquía de la Iglesia tiene perdidos los horizontes del sentido común, del avance de los tiempos, de la tolerancia y del respeto por aquel que se siente diferente. Un dato más para entender la creciente distancia de la otrora poderosa Iglesia Católica con un pueblo que parece despertar…