Festejamos las ocho décadas que cumple el primer superhéroe de los comics.
Por Héctor Muñoz Tapia
Como la mayoría de mi generación, el primer recuerdo que tengo de Superman es ver esa ya lejana primera película dirigida por Richard Donner, estrenada en cines en 1978, donde Christopher Reeves nos hizo creer que un hombre podía volar. Claro, no la alcancé a ver en pantalla grande, sino por televisión, doblada y por partes, al igual que su secuela y la olvidable tercera parte. Y el cariño por la claramente cuestionable “Superman IV: The Quest For Peace” se debe únicamente al verla teniendo 6 años en el Cinerama de Santa Lucía, con doblaje argentino.
Pero Superman no nace de nuestros recuerdos de una infancia en medio de los 80. El Hombre de Acero existe desde hace exactos 80 años, cuando fue puesto a la venta el primer número de Action Comics, que nos presentó a Superman en su portada. La edición dice “junio de 1938”, pero corresponde a la fecha límite de distribución. Tampoco es mayo. Fue un día como hoy, el 18 de abril de 1938, hace ocho décadas, en un mundo en apariencia diferente al de hoy. Al borde de una Segunda Guerra Mundial, en medio de crisis económica y una recesión que daba otras lecturas a la realidad.
Quizás es en ese contexto en el que Kal-El, el último hijo de Kriptón, un espejo del relato bíblico de Moisés, podía dar algo de luz y levantarse por sobre el resto. El personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster tenía poderes que ningún ser humano siquiera podría tener. Claro, es un extraterrestre, no es de este mundo. Pero fue criado con los valores del corazón de unos Estados Unidos de campo, en medio de la Gran Depresión. Y el resultado de esa crianza es Clark Kent, la forma en que Superman ve a los habitantes del planeta que lo adoptó. El cariño y compasión se mezclan como nunca habíamos visto antes, en contraste con lo calculador y ambicioso que es Lex Luthor, su némesis definitiva. Una vez más, el ying y el yang de cada mito que se precie de tal.
En estas ocho décadas de historia hemos visto muchas reinvenciones de Superman. Quizás la que más nos dejó consternados en su momento fue su muerte en los comics en 1992. Incluso si estabas alejado de las historietas sabías que el Hombre de Acero no era inmortal. Pero como todo Mesías, resucitó. Y volvió al ruedo. Desde la masividad del cine de taquilla, pasar del idealismo de las cintas de la franquicia original de Warner pasamos a una relectura de Superman como el inmigrante jamás aceptado y un Mesías cuestionado bajo el prisma de Zack Snyder prometía encontrar esa luz tan certera de antes pero esquiva con los tiempos que corren.
Aunque con los ojos de nuestros días nos parezca cursi, Superman siempre ha estado presente en nuestras vidas. En un mundo que siempre se nos muestra cada vez peor, con fatalidades inevitables que nos obligan a mantener siempre la guardia y recurrir, es su estampa de confianza, empatía y compasión la apuesta para hacerle frente al mal. Del mundo. De nosotros mismos. De nuestros prejuicios y nuestros miedos. Superman los comparte con nosotros y nos ofrece su fuerza para la contención. El modelo a seguir que necesitamos siempre. Y eso jamás va a dejar de importar. Hasta el fin de los tiempos.