Editorial de Freddy Stock, miércoles 20 de junio.
Rasca donde no pica… Toda una controversia, incluso más allá de las fronteras, se está produciendo con está idea de aplicar un llamado “lenguaje inclusivo” que pretende eliminar las declinaciones de género, es decir, reemplazar las vocales “a” y “o” por la “e” y “x” para que palabras como “todas” y “todos” queden como “todes” y “todxs”.
Como se sabe, esta fue una de las exigencias intransables y “simbólicas” de la toma feminista que se desarrolló en la Universidad Diego Portales y que tuvo que ser concedida por las autoridades para el retorno a clases de los alumnes o alumxs.
Hasta la Real Academia Española, RAE, a través de su cuenta de Twitter, entró en la polémica al señalar que, “No es esperable que la morfología del español integre la letra «e» como marca de género inclusivo, entre otras cosas porque el cambio lingüístico, a nivel gramatical, no se produce nunca por decisión o imposición de ningún colectivo de hablantes”.
Algo similar profundizó esta mañana en Palabra Que Es Noticia, el académico de la Usach, Domingo Román. Para el lingüista, esta inicitiva de inclusión es “pésima e irrealizable” porque las lenguas no se cambian por grupos ideológicos sino que son mutaciones culturales que demoran siglos. “La inclusión -dice Román- no se logra cambiando un morfema de género. De hecho, hay lenguas sin género como el turco, sin que ese país sea un ejemplo de los más inclusivos del mundo”.
En un afán loable de inclusión, una parte del movimiento feminista pareciera estar desenfocado en su estrategia de lograr la integración y equidad que apoya una gran mayoría de la ciudadanía con ideas como estas que parecen ridículas, infantiles o, abiertamente, autoritarias…