El primero de los tres shows de la orquesta donde Mike Patton se viste de crooner italiano emociona y encanta desde el primer momento.
Por Héctor Muñoz Tapia
Fotos: Roberto Vergara
Es un hecho: Santiago de Chile es la ciudad más fanática de Mike Patton en el mundo. Los múltiples proyectos del frontman de Faith No More siempre encuentran acogida en el público chileno, y Mondo Cane ciertamente no es la excepción. Por eso, no llamó la atención que las entradas para el primer show anunciado de la mini gira de su combo de homenaje al repertorio italiano de los 50 y 60 se agotaran en tan solo horas, confirmando dos fechas más en el Teatro Coliseo. Estos tres shows, más uno previo en Buenos Aires, serán todo lo que hará Patton con Mondo Cane este 2018 luego de 5 años de pausa después de ese show realizado en, era que no, Santiago, junto a Ennio Morricone en el Estadio Bicentenario La Florida.
Y acá estamos nuevamente, a tan solo minutos de que parta el concierto la noche del sábado 8 de septiembre. Tras un set acústico gentileza de Alain Johannes repasando hitos de toda su carrera con su cigar box, no hay butacas en la parte baja del recinto de calle Nataniel frente a La Moneda, y esto no parece la previa de un show donde vemos una orquesta de una veintena de músicos dispuestos a reverenciar joyas italianas. Esto luce como un concierto de rock, tal como si fuese una liturgia de Faith No More o Fantomas. Las mismas caras un poco más envejecidas, llevando a sus familias al ritual de Patton. Y Patton no aparece. Tras 10 minutos de espera, la producción a cargo nos dice que el cantante está con infección estomacal y que el concierto se realizaría a las 6 de la tarde del día siguiente, en una tarde de domingo donde la primavera se asoma con insistencia.
¿Estará en plenas condiciones Mike Patton tras su problema de salud? Él mismo lo asegura en sus redes sociales unas horas antes que ese domingo haría dos conciertos, asegurando que está todo bien. Habrá que creerle y volver al Teatro Coliseo, con todo dispuesto para recibir esos sonidos cálidos que nos evocarán a épocas que no vivimos pero que conocemos gracias a su presencia en la banda sonora de todas nuestras familias, de aquellos tiempos donde la música no conocía de fronteras de idioma ni geografía, una muestra concreta de que la carencia de un mundo conectado, irónicamente, nos hacía abrazar de mejor forma lo desconocido. Las canciones no necesitaban idiomas ni géneros hace cinco o seis décadas atrás, y es eso lo que nos ofrece el Mike Patton hecho crooner al frente de Mondo Cane.
Y, nuevamente, el combo revisionista cumple. Con un Patton vestido de traje impecable blanco y camisa negra, encarna a una especie de mafioso siciliano listo para descorchar joyas que parecían olvidadas. Y el repertorio es amplio y generoso. La elegancia de “Il Cielo In Una Stanza” de Gino Paoli y popularizada por Mina se complemente con el crescendo impecable de “Che notte!” de Fred Buscaglione y el melodrama puro de “Ore d’Amore” de Fred Bongusto, tan solo el comienzo de un set que nos llega directo al corazón y a los recuerdos. Esas canciones sí que estaban en nuestra crianza, y nos sentimos en casa. La euforia de “20 km. Al Giorno” de Nicola Arigliano y la introspección de “Quello Che Conta” de Luigi Tenco dan paso al momento que define de mejor manera la esencia de Mondo Cane: “L’urlo Negro” de The Blackmen, una banda como miles de las que había en 1966 en el clásico formato de banda de rock and roll, con gritos intensos y dramatismo que solo te lo da la sangre italiana, y que a Patton le queda tan bien con su propio histrionismo al frente de una orquesta precisa y letal. Ya es definitivo: Mondo Cane la volvió a hacer con nosotros.
El set continúa su equilibrio de festejo y contemplación con perlas de la talla de la preciosa balada “Legata A Un Granello Di Sabbia” de Nico Fidenco y “Deep Down”, conocida originalmente en la banda sonora de “Diabolik”, con la voz de Christy y el trabajo de Ennio Morricone, otra de las influencias claras en este combo. El jolgorio de “Pinne, Fucile Ed Occhiali” de Edoardo Vianello enciende los ánimos de los presentes y es acá cuando Patton pide un poco de silencio para la preciosa balada “Scalinatella” de Roberto Murolo, tan delicada que despierta emociones genuinas en el público. Vuelve a asomarse Nico Fidenco con “L’uomo Che Non Sapeva Amare” y la mano de Morricone con “Ma l’amore No”, un tema que el compositor rescató de los años 30 y el recuerdo de la voz de Lina Termini, calando hondo tan solo con su presencia. “Canzone” de Don Backy convive con “Ti Offro Da Dere” de Gianni Morandi y “Storia d’amore” de Adriano Celentano en perfecta sincronía con la épica del material original y vamos redondeando la hora de concierto.
El segmento final nos lleva por un paseo precioso de la mano de clásicos como “Lontano, Lontano” de Luigi Tenco, nuevo guiño a bandas sonoras con “O Venezia, Venaga, Venusia” de Nino Rota, vuelta al beat de tiempos remotos con “Yeeeeeeh!” de The Primitives, otra balada preciosista como “Senza Fine” de Gino Paoli y el cierre con “Dio, Come Ti Amo” de Domenico Modugno.
La disposición del escenario del Teatro Coliseo hace imposible que la orquesta y su crooner salgan para volver a un bis, así que las dos últimas se sienten más como un broche de oro de una sesión de lujo. Y las elegidas son “Una Sigaretta” de Fred Buscaglione y “Sole Malato” de Domenico Modugno. Ambas sentimentales, melancólicas, histriónicas y dramáticas. Como la buena tradición italiana que Mike Patton ha sabido reverenciar a su altura en un show que, dada su frecuencia, es un lujo de ver.