Celebramos a una de las grandes bandas de la historia de la música popular.
Por Héctor Muñoz Tapia
Una tragedia contada en formato canción siempre será escuchada. Asesinatos, desamores, decepciones de una estatura inconmensurable y las más suculentas historias que podemos encontrar con tan solo ver las noticias, cuando las cuentan canciones se convierten en relatos atemporales y que aplican a muchos casos. Probablemente, es por eso que “Bohemian Rhapsody” de Queen llega tan a fondo a una edad tan impresionable como cualquiera de los años de la pre adolescencia, cuando dejamos de a poco de jugar con videos y juguetes y empezamos a tomar los discos.
Para los que tuvieron la pre adolescencia en la primera mitad de los noventa, ¿se acuerdan de “Wayne’s World”, la película de los personajes que Mike Myers y Dana Carvey hacían en “Saturday Night Live” y que lograron 2 películas llenas de referencias a la cultura pop? Una de esas referencias fue a la parte operática de “Bohemian Rhapsody”, el juicio cantado a varias voces y la desembocadura en la fiera guitarra del gran Brian May y los últimos suspiros de la canción a cargo de un inspiradísimo Freddie Mercury. Todo esto, en un auto y con la radio a todo volumen. La misma canción que le dio el puntapié oficial a la palabra “videoclip” (a pesar de los “promos” que habían hecho los Beatles en los 60, es recién desde la «rapsodia bohemia» que se usa la palabra) y el primer empujón a la cultura MTV que vendría años después.Y en “Wayne’s World” queda cristalizado todo eso en esa secuencia en el auto.
No hace falta decirlo, pero es bueno recordarlo: Queen es uno de los íconos más reconocibles de la música popular y la cultura pop. ¿Cómo abordarlo sin repetir lo que hemos leído, escuchado y visto desde hace décadas? Después de The Beatles, Queen debe ser de las pocas bandas de la historia del rock que trascendieron todas las fronteras posibles. Se ha convertido en esas piezas de museo que mantienen su estampa intacta en el tiempo, ante los ojos de sus millones y millones de fanáticos.
¿Por qué pasará todo esto con Queen y no con otro? Para mí, la respuesta es muy simple: son de los primeros en darle una vuelta de tuerca a la teatralidad a nivel masivo. Queen aprendió de lo que hizo David Bowie con su Ziggy Stardust y de lo teatral que siempre fue Alice Cooper, además de tomar muchísimas cosas de la música clásica y la ópera en particular, esas piezas monumentales de muchas voces y música imponente. Queen fundió ambos mundos y formó un espectáculo único en su especie. Sólo a los preadolescentes impresionables se puede cautivar con un espectáculo cargado de efectos, grandilocuencia y tono épico.
Sobre los escenarios, Queen sonaba como nadie. Uno de los grupos con más huevos para tocar en vivo, simplemente te pateaban la cara con su potencia en el escenario. Insuperables en las partidas de conciertos, la banda sabía cómo causar impresiones rápidas e inmediatas en los que los veían desde los primeros minutos. Imagínense cómo sonaban de monumentales himnos del hard rock como “Tie Your Mother Down”, “Keep Yourself Alive” y “Stone Cold Crazy” por nombrar sólo tres de las intensas de esos primeros años. Y en el estudio, el cómo eran capaces de doblar las melodías y multiplicar las armonías en coros majestuosos en “Somebody To Love”, “Killer Queen” y “Don’t Stop Me Now”. Y cómo dejar atrás el detalle de “We Will Rock You / We Are The Champions”, tan usado en finales de fútbol, con estadios tan llenos como sus multitudinarios conciertos. Y siempre van a faltar canciones para ir citando, ténganlo por seguro.
La nutrida mezcla de Queen pasaba por todas las etiquetas que nos pudiésemos imaginar: glam rock, rock psicodélico, hard rock, progresivo rock, heavy metal, pop, rhythm ‘n blues, funk, disco, country, gospel, soul, music-hall y ragtime. Su fusión del hard rock con el glam que propuso durante los 70 siempre fue mirada con suspicacia, pues estos (en teoría al menos) son mundos que se contraponen. Durante esos años, sufrieron la indiferencia ante sus monumentales discos de estudio y las sospechas de muchos por los elevados costos de sus grabaciones. Que favoritos de la industria, que mimados, que consentidos, que esto y que lo otro. A Queen le tocó mucho ataque en esa época y a mediados de los 80, donde se fueron confirmando como número en vivo poderoso y a ojos de todo el mundo con, por ejemplo, su demoledora presentación como parte del Live Aid ante un estadio Wembley repleto el sábado 13 de julio de 1985. Era que no, la reina de Inglaterra, en casa, pateaba todos los culos que se le pusieran por delante.
Es recién después de la partida de Freddie Mercury, tras una agonía por el SIDA, que a Queen le llueve el reconocimiento y el respeto de parte de la crítica y sus pares. Y sobre los escenarios, el legado sigue vivo y vigente con Brian May y Roger Taylor haciendo giras en compañía de Adam Lambert, salido del mundo de los realities de música. Un ganador de “American Idol” poniéndose en los zapatos de frontman de una de las bandas más grandes en vivo pareciera ser una apuesta errada, pero el chico cumple, y vaya que cumple, tal como lo vimos a fines de septiembre de 2015 en la Pista Atlética del Estadio Nacional.
El jueves 1 de noviembre se estrena en Chile “Bohemian Rhapsody”, donde veremos a Rami Malek encarnando al cantante que se convirtió en leyenda. Gracias a la magia del cine, Freddie Mercury brillará como el gigante que siempre fue en vida. En realidad, nunca dejó de hacerlo. Su legado vive para siempre en nuestras mentes y corazones. En nuestros recuerdos y colecciones. En nuestras caminatas con audífonos y nuestros intentos de tocar esos clásicos en guitarra.