Orquesta y coro provenientes de Valparaíso interpretaron el oratorio Ecce Cor Meum, una de las incursiones del ex Beatle en la música de tradición escrita.
Por Álvaro Gallegos, ADN.cl
Un evento inusual dentro de la oferta clásica durante el año. Y uno que en particular merecía más exposición mediática de la que tuvo. Al alero de la Corporación Cultural de Vitacura se realizó lo que debe ser el estreno en Sudamérica (al menos así fue publicitado) del oratorio ‘Ecce Cor Meum’, compuesto a fines de los noventa por Paul McCartney. No es la primera ni la última de las incursiones «clásicas» del exBeatle. Pero es una que no es difícil de montar, debido a que involucra voces y una orquesta de moderadas proporciones.
El público retiró invitaciones gratuitas para el evento que se realizó el pasado sábado 27 en el gimnasio del colegio Saint George, y si bien no estuvo lleno, sí fue una cantidad considerable para los estándares de conciertos de este tipo de música. El puro nombre de McCartney era un gancho especial, claro está, y los asistentes conocieron este otro lado, menos difundido de alguien que tiene su fuerte en la música popular, en el rock, donde es un nombre que ha marcado la historia del último medio siglo.
La interpretación estuvo a cargo del Coro y Orquesta de Cámara de Valparaíso, más niños de los coros del Liceo Eduardo de la Barra y Colegio Alimapu, junto a la soprano solista Pilar Aguilera. La dirección estuvo a cargo de Gonzalo Venegas, impulsor de esta agrupación orquestal, que de a poco está consolidando un proyecto que debiese engrosar la oferta musical de la quinta región.
¿Y cómo suena McCartney en formatos más elaborados? El nexo directo con su trabajo habitual de canciones es el innegable don melódico. Eso se nota sobre todo en las partes de la soprano, donde uno puede reconocer la inconfundible mano del británico. Aparte de eso, es música convencional, de rasgos románticos, donde afloran la tradición coral británica, guiños a los oratorios de Handel, y un manejo armónico y de desarrollo del material bastante sencillo.
Son cuatro movimientos, en una duración de algo más de una hora, sobre textos en latín e inglés. Es una obra sacra, más en un sentido espiritual, que religioso, y donde se develan momentos de gran inspiración, como el «Lamento», marcado por un emocionante solo de oboe, o el comienzo de la segunda parte, «Gratia«.
La interpretación estuvo a la altura, mostrando a una orquesta bastante bien armada, con un gran número de sólidos músicos jóvenes. Venegas fue persuasivo a la hora de resaltar los valores de esta partitura, y el trabajo coral se notó balanceado. Aguilera cantó con aplomó, pero en las partes más fuertes se escuchó poco. Y es que se hizo sin amplificación, en un lugar que no fue en verdad el más adecuado para este evento.
La calurosa recepción tuvo un inevitable encore. Este fue un arreglo de «Eleanor Rigby», el cual esperablemente multiplicó los aplausos. Fue una buena manera, a la postre, de mostrar estas otras sensibilidades del músico inglés, a la espera de que se confirmen los rumores de una posible nueva visita suya a nuestro país.