Editorial de Freddy Stock, martes 16 de octubre.
Nuestro Ejército… sí, nuestro Ejército, el que nos enseñan a respetar y dignificar desde la escuela, el jamás vencido, el que tiene un día de septiembre dedicado a sus “glorias”. Nuestro Ejército porque es de todos los chilenos y por ello su naturaleza profesional, fuera de todo dogma o ideología que lo haga pertenecer o representar a una tendencia determinada. En esta neutralidad sublime, no deliberante, se basa su presencia republicana. Pero es esta neutralidad la que históricamente ha estado fuera de sus márgenes, al menos, desde la Guerra del Pacífico, hace 140 años, cuando se enfrentó por última vez a fuerzas extranjeras. De ahí en adelante, el Ejército chileno ha caído intermitentemente en matanzas, conflictos y golpes de Estado contra los propios ciudadanos.
Es por esto, por esta espada de Damocles contra la institucionalidad que peligrosamente demuestra su historia contemporánea, que nos preguntamos sobre el profesionalismo de nuestro actual Ejército, si está realmente bajo la tutela civil y los valores irrestrictos de su juramento.
Este martes, por ejemplo, la ministra Romy Rutherford, emitió un autoprocesamiento contra el segundo mando del Ejército, el jefe del Estado Mayor Conjunto, John Griffiths, quien es acusado de fraude al fisco. Y el fin de semana nos enteramos de un homenaje que se le hizo nada menos que en la Escuela Militar, donde se forman los oficiales, a un criminal de lesa humanidad condenado a más de 600 años de cárcel, por torturar, matar y asesinar chilenos y chilenas.
¿Tenemos un Ejército no deliberante? ¿Tenemos realmente un Ejército garante de la institucionalidad? ¿Tenemos un Ejército transparente y subordinado al poder civil? ¿Tenemos, hoy, un Ejército de todos los chilenos y chilenas más allá de sus creencias y colores políticos? … Bienvenidos a Palabras sacan Palabras…