Por Jorge I. Lagás
Foto: DG Medios / Jaime Valenzuela
Después de décadas de romance entre Iron Maiden y Chile, el líder del grupo se la jugó trayendo a su banda paralela para mostrar una faceta diferente y darse el gustillo de montar un show de rock and roll como eran al principio de su carrera, más cercano a la gente y sin la presión de los grandes estadios. Steve Harris nos presentó así a British Lion: en apariencia un proyecto solista, pero en realidad se trata de una banda propiamente tal. La diferencia es que no ha podido tener mucha continuidad, debido a que el bajista y compositor está siempre ocupado con Iron Maiden. De hecho los orígenes de esta entidad se remontan a los años 90, tienen un único disco editado en 2012 y ahora recién aprovecharon un respiro del músico para hacer esta gira y grabar un álbum nuevo que saldrá el próximo año.
Y qué nos encontramos: un quinteto de hard rock melódico, enraizado en la tradición de bandas como UFO y otras que marcaron la formación de Harris como músico. Expresiones artísticas que siempre han estado subyacentes en la performance de Iron Maiden, pero que ahora Harris libera de manera más directa y explícita a través de esta válvula de escape que se las arregló para construir.
Lo había dicho el mismo Steve en conversación con Futuro días antes del show, la banda de hoy es bastante distinta a la que hizo el disco hace unos años: “Lo que hacemos ahora es más representativo de lo que somos como banda”. Son las mismas personas, pero a medida que han ido haciendo algunas giras y madurando su propuesta, ha aumentado el fiato, la fluidez y la frescura de ideas. Se notó en vivo. British Lion es mucho más sobre el escenario que en el disco, que en su momento resultó más bien opaco para lo que uno podría esperar de la mente maestra de la banda de heavy metal más grande del mundo.
Esas canciones tomaron otra fuerza y otro aire en esta instancia. Suele pasar, así como hay bandas que les ocurre lo contrario, perdiendo la gracia al pasar del estudio a un espectáculo en vivo. Además aprovecharon de presentar material nuevo, del disco en camino, incluyendo el single “Spitfire” que ya se ha divulgado públicamente.
Hay que destacar la entrega y profesionalismo de Steve Harris, desplegando toda su energía sin importar si tiene al frente a un estadio repleto o a las casi 700 personas que llegaron al recinto de calle San Diego, la gran mayoría movidos por la curiosidad y las ganas de ver a su ídolo muy de cerca, cosa bastante difícil en otras oportunidades. Independiente de los números, por ganas no se quedaron y al menos los de más adelante corearon todo lo que se pudo, para regocijo de los músicos que se vieron de lo más complacidos con esta retroalimentación.
El quinteto lo completan el vocalista Richard Taylor, competente aunque sin descollar; los guitarristas David Hawkins y Grahame Leslie, de buen cometido; y el baterista Simon Dawson, con la solidez necesaria para armar la base rítmica junto a un monstruo como Steve Harris, que por supuesto pone a su bajo con un rol importante dentro del sonido de la banda, aunque sin comerse al resto. Siempre manteniendo la idea de que es un grupo.
Por haber sorprendido en varios de los sentidos descritos en estas líneas, British Lion dejó así un agradable sabor. Siempre hay que tener presente que este no es un proyecto que Harris mantenga por necesidad, sino por mero gusto, por cariño hacia la música y a retomar ese lado que Iron Maiden, tal vez “víctima” de su propia grandeza, a veces no puede explotar tanto. El del hard rock más clásico y de los shows más cara a cara con la gente. A esperar el nuevo disco a ver si esto sigue creciendo.
Y no, no tocó nada de Iron Maiden. Para eso hay que esperar hasta octubre del 2019.
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