El diario de John Allen Chau y quienes lo conocieron describen a un hombre obsesionado con el aislado pueblo de la isla Sentinel del Norte, en India.
El misionero estadounidense John Allen Chau tenía una obsesión y murió por ella. De acuerdo a su particular visión cristiana, los indígenas de la isla Sentinel del Norte, en India, son «el último bastión de satán» en el mundo, y por ello quería cristianizarlos, aunque eso significara poner el riesgo su propia integridad.
Los pescadores que ayudaron al joven de 27 años a entrar en el territorio restringido el pasado 17 de noviembre lo dejaron cerca de la costa mientras este se zambullía por segunda y última vez en el agua para llegar a la orilla de la isla, en el archipiélago de Andamán y Nicobar.
Allí lo esperaba la tribu protegida que ya antes lo había expulsado de su territorio. Las declaraciones de los tres pescadores a la policía describen cómo Chau se quitó la ropa para quedarse en calzoncillos negros e intentar así ser aceptado por los nativos, publica el diario local Hindustan Times.
Chau, quien quebrantó una serie de leyes y puso en riesgo la salud de los indígenas, había planeado durante años la peligrosa aventura con la que pretendía evangelizar a los sentineleses. «Definitivamente, perdió la cabeza», declaró al Washington Post Remco Snoeij, quien conoce a Chau desde que este visitó su club de buceo en la isla Havelock, perteneciente como Sentinel del Norte al archipiélago de Andamán y Nicobar, hace dos años, recoge El País.
Snoeij intentó persuadir al misionero de no viajar a la isla porque estaba fuera del alcance del turismo, aunque confesó que alimentó su deseo con leyendas de otras visitas y tesoros escondidos en Sentinel del Norte. «Pero pregúntale a cualquier aventurero: uno tiene que perder la cabeza un poco. Si no, no lo haces», recalcó.
Chau forjó su carácter aventureo desde niño, cuando rescató una versión de Robinson Crusoe de uno de los estantes de su padre. Después se graduó en Medicina Deportiva en 2014 en la universidad cristiana Oral Roberts y pasó varios veranos en una cabaña en un parque natural de California antes de ser voluntario en programas de fútbol en Irak y Sudáfrica.
Para entonces, Chau ya tenía en mente entrar en contacto con las tribus de las islas de Andamán y Nicobar, a donde viajó entre 2015 y 2016. Ese año se enroló y recibió adiestramiento de All Nations, un grupo de Kansas que envía a misioneros cristianos a 40 países del mundo.
Agentes de la policía local india, cuentan que Chau preparó una mochila con su pasaporte, ropa, un botiquín, multivitaminas y otros elementos indispensables que él mismo escondió en algún lugar de la isla en la noche del 16 de noviembre, ya que su idea era quedarse a vivir con la tribu durante “varios meses”, según han declarado los detenidos.
«Quizá los sentineleses encontraron el pequete y lo destruyeron. Es posible que siga allí. Chau temía que le lanzaran flechas de nuevo; así que llevó un fórceps, imperdibles y medicinas para cortar la hemorragia», contó el agente al medio local. Esto coincide con las notas que se encontraron en el bote, según las pesquisas, y que se refieren al incidente que tuvo lugar el día antes. Miembros de la tribu intentaron disuadirle ese día de su intención de poner pie en tierra. Según los pescadores, Chau tuvo que nadar unos 400 metros de regreso al barco cuando los sentineleses destruyeron su kayak después de lanzarle flechas, una de las cuales alcanzó la Biblia con la que estaba decidido a cristianizar a la comunidad local.
Aunque muchos lamentan su muerte, también se ha levantado la indignación internacional contra el misionero cristiano del que no se sabe si era un enajenado con complejo mesiánico o un mártir. «Dios, ¿es esta isla el último bastión de satán donde nunca nadie ha escuchado tu nombre?», se preguntaba el propio Chau, en el diario escrito de su puño y letra que la familia cedió al periódico The Washington Post.
El diario de Chau describe su peligrosa aventura. Tras aterrizar en el archipiélago el 16 de octubre, pagó a unos pescadores locales para que lo llevasen a Sentinel del Norte en la noche del 14 de noviembre. Al amanecer se acercó a la isla, donde algunas mujeres de la tribu estaban «bañándose y charlando», escribió, cuando hombres armados con arcos y flechas lo atacaron mientras él se alejó gritándoles: «Mi nombre es John, los amo y Jesús los ama».
El segundo día se acercó en kayak a la isla para ofrecer pescado, tijeras, una cuerda e imperdibles a sus habitantes. Un hombre le gritó, a lo que él respondió con «himnos y cantos religiosos» hasta que finalmente un joven de la tribu le lanzó la flecha que perforó su Biblia. A su regreso, escribió una de sus últimas notas: «Dios, no quiero morir. ¿Quién ocupará mi lugar si muero?».