La cosa partió mal cuando nos dijeron que la final de la Copa Libertadores era muchos más que eso, que era la final del mundo. Porque el torneo de clubes más importante del continente no necesita aderezos extras. Ya tiene suficiente prestigio, historia, mística para sumarle ingredientes propios del marketiing y no de lo que realmente se juega en cancha.
Después vino el desastre en la cancha de River. Una seguidilla de malos actos y pésimas decisiones que hoy, mirándolas con más calma por el espejo retrovisor,nos parecen asombrosas. Agresión a un bus de jugadores, sospechosa emboscada, partido que no arranca a las cinco de la tarde, se pospone para las seis, jugador que parte a un centro médico cercano, galenos de la Conmebol que no visan su traslado, partido que se pospone para las siete de la tarde, árbitros que ingresan a realizar el calentamiento, futbolista que regresa con un visible parche en el ojo, partido que vuelve a retrasarse, jugadores que se niegan a entrar a la cancha, final pospuesta para el día siguiente, público que regresa a la cancha 24 horas después, partido que vuelve a suspenderse, equipo que pide los puntos por secretaría, presidente de un club que desafía al rival por los medios, dirigentes que ven en este caos la posibilidad de sacar ventaja económica, trasladar la Copa LIbertadores de América a Madrid.
Una línea de tiempo demencial, incomprensible con decisiones estrafalarias, insólitas. Quisieron convertir la final de la Libertadores en la final del mundo, de la galaxia, del universo y terminaron con un mamarracho inentendible.
Pero la locura no cesó. Los barra brava fueron los encargados de custodiar la seguridad de los planteles cuando salieron de Buenos Aires. No entendieron nada. Cuando se quejan desde ambos equipos, desde otros clubes o del periodismo. sólo porque la final se haya trasladado a un destino lejano, es que de verdad no entendieron nada. Siguen mirando el fútbol con los ojos del barrista que cree que allá y sólo allá se siente la pasión del juego, que de esa forma y sólo de esa forma se vive a plenitud el deporte más lindo de todos. Insistir que esta es la final del mundo, trasladar la misma historia pero mucho más lejos, convertir cada espacio en un campo de bravatas. ¿Y la pelota? ¿Alguien vio una pelota?
Jueguen. Sigan. Mantengan la venda en los ojos. Crean que el folclor está en quien destruye más, quien le roba el lienzo a quien. Acá los imitamos.
Que gane el mejor, ojalá. Que sea un buen partido, hay dos buenos equipos y entrenadores capaces. Que le den la Copa al triunfador. Pero esta no es la Copa Libertadores. Es un espejismo. Un amistoso en un lindo estadio. El amistoso más caro del mundo.