Georg Gänswein, en su momento hombre de máxima confianza del Papa Benedicto XVI, estuvo sentado junto al mayor campeón de Fórmula 1 de todos los tiempos.
La vida de Michael Schumacher se detuvo el 29 de diciembre de 2013, tras sufrir un accidente en esquí en el que se hirió gravemente al golpearse la cabeza contra una roca. El mayor campeón de Fórmula 1 de todos los tiempos quedó en estado vegetativo y desde entonces permanece «ingresado» en su mansión en Suiza.
Su salud es un secreto celosamente guardado por su familia que, sin perder la esperanza, lucha a diario junto a una quincena de médicos y enfermeros para sacarlo de esta situación. La información es escueta, pero se sabe que está inconsciente sin reconocer a ninguna persona de su entorno y muy debilitado, ya que pesa sólo unos 45 kilos, frente a 75 en el momento del accidente, y que además no puede caminar.
A parte de su familia, son muy pocas las personas privilegiadas a las que se le han abierto las puertas de su casa para visitar al excampeón. Una de ellas es el arzobispo alemán Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia de la Santa Sede desde 2012 y hombre de máxima confianza del Papa Bendicto XVI, quien visitaba asiduamente a Schumacher durante el verano de 2016, consigna ABC.
Dos años más tarde el arzobispo ha decidido romper su silencio y ha revelado alguno de los detalles sobre el estado de salud del campeón a través de una entrevista con la revista Bunte: «Me senté frente a él, lo toqué con ambas manos y lo miré. Su cara, como todos sabemos, es la típica cara de Michael Schumacher; sólo se ha vuelto un poco más rellena», dijo. Y aseguró que «siente que a su alrededor hay gente que lo ama, que se preocupa por él y, gracias a Dios, mantiene alejado al público demasiado curioso. Una persona enferma necesita discreción y comprensión».
Gänswein fue más bien reservado y no dijo muchos más a la revista alemana por respeto a la familia del piloto, especialmente a su mujer Corinna Betsch y a sus hijos Mick y Gina-Maria.