Son de esos artistas que se incluyen de manera excepcional en un festival que promedia otros estilos, y suelen no justificar la compra de una entrada incluso para varios de sus seguidores más fieles.
Por Iván Rimassa.
Y más encima los hacen tocar un domingo en la mañana. “Mañana” para estándares Lollapalooza, claro. El mismo Álvaro España, voz de los Fiskales, hacía notar lo inusual de la programación explicando que nunca se levantan tan temprano los domingos. “Excepto que vayamos a misa”, bromeaba.
Un show cargado de consignas políticas, proyectando imágenes de personajes como Jaime Guzmán, Jacqueline Van Rysselberghe y Lucía Hiriart, además de mensajes directos emplazando a Sebastián Piñera. Todos “atravesados por la lanza mapuche”, como gritó enfático Álvaro, haciendo alusión a su logo.
Fiskales Ad-Hok son una institución del punk nacional, hoy más independientes que nunca y sobre un escenario quizá inesperado para varios fanáticos del grupo. Seguro han salido y saldrán varios acusándolos de “vendidos”, pero qué importa. Que estén en un festival como Lollapalooza, de tradición pop/indie que muchas veces roza lo apolítico, es más un gesto de reivindicación de parte del festival con la música nacional que una “vendida” de dichos músicos.
Al final, no faltaron aplausos y mosh. Seguramente había algunos seguidores acérrimos de la carrera de los Fiskales, que se ocuparon de apañarlos en un show que fue apurado y potente, como de costumbre. Y ya costumbre debería ser para nosotros ver cómo Lolla abre cada vez más su abanico de estilos, algo que deberíamos agradecer y no criticar.