ACTITUD FUTURO

La reforma europea del derecho de autor abre una nueva era en Internet

La nueva directiva busca proteger a los creadores frente a gigantes como Google. Los críticos creen que el texto aprobado por el Parlamento de Estrasburgo acabará con la libertad en la Red.

Hector Muñoz |

La nueva directiva busca proteger a los creadores frente a gigantes como Google. Los críticos creen que el texto aprobado por el Parlamento de Estrasburgo acabará con la libertad en la Red.

Por ElPais.com

La reforma del derecho de autor de la UE ha llegado hasta la meta. Tras una carrera de dos años y medio, decenas de obstáculos, accidentes y hasta algún parón, el texto ha cruzado la línea final: ya es una directiva, que los Estados deberán aplicar y trasladar a sus leyes. Con 348 votos a favor, 274 en contra y 36 abstenciones, el Europarlamento de Estrasburgo ha cerrado así el debate más polémico que recuerde, según varios diputados. Miles de artistas, que han acompañado la directiva paso a paso, celebran su victoria: plataformas como YouTube tendrán que obtener licencias de los creadores o, en su ausencia, aplicar filtros para detectar previamente obras que utilizan material protegido sin permiso; y los editores de prensa podrán exigir acuerdos (y pagos) a webs y agregadores de noticias como Google News por utilizar sus contenidos. Los críticos, en cambio, se preparan para el apocalipsis digital: sostienen que el texto acabará con la libertad en la Red, sustituida por el reinado de la censura. El tiempo dirá quién acertaba, pero en algo están casi todos de acuerdo: se abre una nueva era en Internet.

Tras el desenlace definitivo, las armas al fin callan. Y eso que su ruido llegó a hacerse ensordecedor, en un choque de intereses ideológicos y económicos colosales. Entre las víctimas, además del rigor y los matices, la propia retransmisión en streaming desde la Eurocámara, que se cayó justo en el momento de conocer el resultado. Artistas, políticos, activistas, discográficas, académicos, Google y hasta la ONU han intercambiado meses de teorías, profecías, informes, manifestaciones, amenazas y mentiras para condicionar el voto. Unos insisten en que la reforma busca proteger a creadores y periodistas y garantizarles una remuneración justa frente a los colosos como Google que ganan millones de usuarios y de euros gracias a sus obras. Otros gritan que la directiva creará una Red más pobre y menos democrática. «Tendremos un Internet censurado, de la edad del neolítico», avisa Simona Levi, del colectivo Xnet, que califica la jornada de hoy de «día negro».

Cuando menos, la UE tiene ahora una directiva más moderna: estaba en vigor un texto aprobado en 2001. Lo demás, en cambio, es incierto. La letra dice que el artículo 17 obliga a los portales que almacenan, organizan y difunden contenidos de usuarios con fines comerciales (por ejemplo, YouTube) a contar con una licencia previa de los creadores de esas obras. Y el 15 otorga a los editores de prensa el derecho a conceder o no el visto bueno a webs con ánimo de lucro para que compartan «fragmentos significativos» de sus publicaciones. El legislador pretende así responder a las quejas de los autores, indignados con que sus obras lleguen a más espectadores y lectores que nunca, pero los ingresos se desvíen hacia otros bolsillos. Las interpretaciones, sin embargo, difieren enormemente.

El ponente de la iniciativa, el popular alemán Axel Voss, y su frente quieren que los portales como YouTube se vuelquen en conseguir licencias de los creadores.Si no, que sean responsables —y denunciables— por lo que los usuarios compartan en su plataforma. Hasta la fecha, solo debían reaccionar a posteriori,cuando se les comunicaba que alojaban un contenido no autorizado. Eran lo que se conoce como «puertos seguros». Pero, ahora, tendrán que asumir un rol proactivo. O, por lo menos, demostrar que han realizado “los máximos esfuerzos” para alcanzar un pacto, retirar las obras denunciadas y encargarse de que no vuelvan a estar disponibles.

Pero, ¿cómo controlarán todo eso? He aquí la clave de la protesta de Julia Reda, del Partido Pirata y líder del bando contrario a la reforma. A falta de licencia, los portales deberán filtrar a priori. Una criba manual es utópica, de ahí que la única solución realista sea un algoritmo. Reda y los miles de activistas de la campaña online #SaveTheInternet subrayan que las máquinas ya censuran obras maestras del arte por algún desnudo: ¿qué harán con millones de contenidos? Además, pocos podrán permitirse el coste de tamaño sistema, de ahí que agiten el fantasma de un futuro oligopolio.

El texto establece excepciones para enciclopedias online sin ánimo de lucro, plataformas como Tinder o Dropbox, parodias, caricaturas, citas, reseñas y críticas, lo que parece amparar memes y GIFs, y también prevé mecanismos de reclamación para los internautas. A la vez, tutela a las startups: para las compañías que lleven menos de tres años de actividad e ingresen menos de 10 millones anuales, el nivel de responsabilidad se reduce. Sin embargo, los opositores defienden que en la realidad supondrá el caos. Y que —en eso coinciden con Google— el mayor daño lo sufrirá el usuario.

El otro enfrentamiento se centra en el artículo 15. Su formulación deja claro que enlaces y palabras sueltas están a salvo, así como el usuario: la reforma afecta a buscadores, agregadores de noticias u otra webs que compartan fragmentos relevantes de un artículo. La directiva quiere que paguen a los editores, ya que sacan amplio provecho de los artículos de periódicos y revistas. Google responde que tal vez retire Google News de Europa, con la bajada de tráfico que eso conllevaría. Al fin y al cabo, tras la aprobación de una ley parecida, el servicio ya abandonó España. Por otro, defiende que su agregador de noticias ya ayuda a los diarios disparando el tráfico hacia ellos, y que este caería un 45% de salir adelante la norma. Además, aunque la directiva establece que parte del beneficio ha de repercutir en los redactores, los opositores sostienen que la norma está hecha por y para los editores.

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