MALDITO ROCK AND ROLL

Paul McCartney en Chile: como si fuera la última vez

El primer show de 2019 del ex beatle fue una verdadera fiesta.

Hector Muñoz |

El primer show de 2019 del ex beatle fue una verdadera fiesta.

Por Héctor Muñoz Tapia
Foto: Roberto Vergara

“La Beatlemanía es un estado mental” decía una voz en off que marcó el cierre de un set donde un DJ hacía remixes de clásicos y covers antes de que las pantallas se encendieran para mostrar la habitual huincha que culmina con un bajo gigante y las secciones finales de “The End” y el acorde de piano final de “A Day In The Life” para que comience lo que un repleto Estadio nacional estaba esperando desde que se anunció a fines del año pasado. Y es que una cita con Paul McCartney inunda a la ciudad de un aire especial. Una fiebre que no podemos controlar y que nos brinda felicidad y dicha para los que nos hemos criado escuchando sus canciones durante toda nuestra vida, y que este año tiene el privilegio de ser la primera fecha de 2019 de la Freshen Up Tour.

No importa cuántas veces lo hayas visto antes, los nervios te consumen en la cuenta regresiva. Desde la vereda de Futuro, tuvimos la suerte de entrevistarlo minutos antes de que partiera a la prueba de sonido y juntos vivimos una previa histórica al encuentro con un legado inmortal, fresco, vigente, poderoso, emotivo y también muy personal. Eran 51 mil historias diferentes las que se juntaban en el recinto de Ñuñoa. Vas con tus papás. Con tus hermanos. Con tus hijos. Con tu pareja. Con tu familia. Con tus amigos de siempre. Los corazones que bombean como respuesta a las melodías que resuenan desde que entras por Grecia y que te acompañan hasta tu lugar en la cancha, tu asiento en las tribunas o tu silla numerada en la parte de adelante. No importando de dónde vengas, el sentimiento es el mismo.

Y el set de anoche tuvo muchas sorpresas respecto a los de 2011 y 2014. Del recuerdo ceremonioso de las dos noches seguidas del Movistar Arena, ahora esto es una fiesta que arranca cuando se apagan las luces a las 21:17 y sir Paul sale al escenario con el puño en alto y se da el primer acorde de “A Hard Day’s Night”, el clásico de The Beatles con el que está comenzando su set desde hace unos 3 años al menos, ates de pasar a un sencillo de Wings como «Junior’s Farm» y el saludo en español previo a “Can’t Buy me Love” y la Beatlemanía saliendo por las pantallas gigantes y el sonido impecable y fiel a los registros grabados a fuego en nuestros recuerdos unto a joyas de Wings como “Letting Go”, también dejando espacio para los temas de su más reciente disco, el aplaudido “Egypt Station”, como “Who Cares”, que presentan al trío de bronces que lucirá con todo para la inmortal “Got To Get You Into My Life”.

Se notan los años en la voz de McCartney, pero también se nota el oficio inigualable a la hora de interpretar. Lo da todo con guitarra en mano para “Let Me Roll It”, pero se guarda un poco para “I’ve Got A Feeling” antes de irse al piano y liderar “Let ‘Em In” con soltura, “My Valentine” y la vibra emotiva de “Maybe I’m Amazed” y pasar a tomar la guitarra acústica para “I’vve Just Seen A Face” y un viaje en el tiempo, hace ya más de seis décadas, con “In Spit Of All The Danger”, la primera canción que grabó con John Lennon y George Harrison, los mismos con los que se anotó el número uno “From Me To You”, una de las sorpresas de la noche, la mandolina en “Dance Tonight” con ovación para los bailes del baterista Abe Laboriel Jr, una tradición para este tema, y el primer single de los Beatles, “Love Me Do”.

La acústica no se deja de lado. Y sir Paul queda solo para sacarnos lágrimas de los ojos con “Blackbird” y “Here Today”, dedicada a su amigo John, levitando en una plataforma y dejando en silencio al estadio completo, una postal preciosa que no importa cuántas veces la hayas visto, te emociona de igual forma. El paréntesis ceremonioso dio pie al comentado episodio de abucheos a Piñera tras el saludo “al presidente” que McCartney trato de dejar atrás rápidamente con “Queenie Eye” y la inmortal “Lady Madonna” fortalecida con saxo sobre el escenario y la solemnidad de “Eleanor Rigby” antes de un par de nuevas, “Back To Brazil” y “Fuh You”. Y de aquí en adelante ya no hay respiro con solo himnos que son prácticamente inamovibles de la parte final del set.

La operática “Band On the Run”, el guiño a los Beach Boys de “Back In Yhe USSR”, los celulares iluminándolo todo en “Let It be” y los fuegos artificiales de “Live And Let Die”, otra de las que salió ganando con los bronces vivos de esta pasada. Con esta, la pirotécnica y McCartney se vuelven sinónimo y son el brindis más grande que te puedas imaginar. El cielo de colores y y jolgorio que nos avisa que estos e puede acabar. Y las emociones se hacen aún más desbordantes con “Hey Jude” y el piano al centro con el que sir Paul mira a toda la gente dirigiéndolos en la coda en una imagen que nunca saldrá de nuestras cabezas.

Pero llega el bis y también la angustia de que sea la última vez. El nervio se aplaca con el regalo de “Birthday” y nos lo recuerda en nuestra cara con el reprise de “Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band” pegada de la heavy “Helter Skelter”, un sacudón que te hace olvidar por un instante del que el final ya llegó. Y peleas con el tiempo para que esos segundos se pasen rápido. No te quiere sir de ahí, quieres vivir para siempre en esa nube que McCartney comanda sin descanso ni agote por 3 horas. Pero la realidad nos azota contra el piso con “Golden Slumbers” y “Carry That Weight” y tus ojos se llenan de lágrimas como una gota de agua cayendo en un charco, generando una ola expansiva de sentimientos y el llanto de felicidad y tristeza, de dicha y pena con los mensajes de “The End”. Sir Paul se pone la guitarra para decirnos que nos ama e intercambia licks con sus escuderos Rusty Anderson y Brian Ray. No quieres que se termine y es el mismo jefe de la banda el que da la señal para que solo queden los acordes del teclado de Paul “Vix” Wickens que lo acompaña ya por 3 décadas.

“Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das” es la frase que los ella todo y no lo puedes creer. Esta puede ser la última vez e que veas a Paul McCartey dando una clase de dicha, sabiduría, dominio, oficio y comunión sobre un escenario. Pero sí, es una realidad. Ese acorde de Do Mayor es el último de la noche, y probablemente el último de tu vida. No necesitas más y a la vez quieres agarrar un bus o un avión y pegarte un viaje a Buenos Aires para verlo este fin de semana. O endeudarte para ir a verlo en el verano boreal por los Estados Unidos. Pero no. McCartney en tu casa siempre será uno solo. Y siempre lo vivirás como si fuera la última vez.

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